La Habana. En Cuba, una nueva sociedad civil emerge en una isla acostumbrada a la unanimidad. Son críticos, irreverentes, pero no necesariamente opositores. Y con Internet en los teléfonos, los mismos salen en ayuda de necesitados que encaran a una autoridad.
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Con la estrategia del ‘voto unido’, el líder de la Revolución de 1959, Fidel Castro, enfrentó al enemigo imperialista. Así logró un 97.7 % de apoyo a la Constitución de 1976 y un 99.3 % para la reforma que hizo ‘irrevocable’ el socialismo.
Pero los tiempos cambian, la economía se abre e Internet, que no está disponible en la mayoría de casas, llegó en diciembre a los celulares con la red 3G, y la 4G ya está a prueba.
El presidente Miguel Díaz-Canel, de 58 años, que asumió hace casi un año, no tiene la autoridad histórica de sus antecesores Fidel y su hermano Raúl.
A cambio, está en permanente contacto ciudadano y lidera la presencia de sus funcionarios en Twitter, promoviendo la cercanía y la información de todas las actividades oficiales.
Allí, una internauta lo critica por seguir ‘estirando el chicle’ de la Revolución, mientras otro le agradece que trabaje por un ‘socialismo próspero’.
‘Esa confluencia de personas entrando en las redes, con los dirigentes al alcance del teclado y poder decirle lo que piensan, ha cambiado la dinámica de la sociedad cubana’, dice a la AFP Camilo Condis, un pequeño empresario, desde cuya cuenta @camilocondis busca respuestas de las autoridades a situaciones domésticas.
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‘Soy bastante crítico pero lo hago desde el respeto y con un mínimo de sensatez’, explica. Sus comentarios le han costado que el ministro de Comunicaciones, Jorge Luis Perdomo, lo bloquee. Desde el gobierno admiten que los funcionarios aún están aprendiendo a manejar este tipo de interacción.
Desde que el monopolio estatal de telecomunicaciones lanzó la red 3G, se han suscrito más de 1.8 millones de clientes de un total de 5.4 millones, en una población de 11 millones.
— Cambios de opinión —
Las opiniones ciudadanas generaron cambios en el proyecto de nueva Constitución, cocinada en el corazón del gobernante y único Partido Comunista de **Cuba **(PCC). En la isla no está permitida la existencia de otras agrupaciones políticas.
Durante el debate la mayoría se opuso a la modificación que abría las puertas al matrimonio homosexual. También pidieron reponer en el texto el destino ‘comunista’ de su sociedad y consiguieron modificar normas que rigen la actividad cultural y otras que limitaban el trabajo privado.
‘Se demuestra que las fuerzas políticas no organizadas, dispersas, que estaban opuestas a esas medidas, lograron imponerle al gobierno una rectificación’, dice a la AFP el académico Carlos Alzugaray.
‘Creo que esa sociedad civil ya estaba allí, lo que no tenía cómo organizarse y cómo comunicarse, y ahora lo está logrando gracias a los datos móviles’, explica Condis.
— La nueva Cuba —
El gobierno llama sociedad civil a los sindicatos, comités vecinales, mientras que la atomizada oposición también se arroga representarla. Pero esta masa espontánea no toma bandos.
‘Aunque no esté organizada, aunque no haya partidos políticos, hay gente con opinión y con criterio que ahora tiene la oportunidad de meterle un tuit a un ministro o al presidente o tener una plataforma donde discuten y debaten. Esa es la nueva Cuba’, considera Alzugaray.
Los emergentes tuiteros se agrupan con el hashtag #AldeaTwitter, donde enfatizan su carácter ‘apolítico’.
La nueva Constitución, que reconoce el papel del mercado en la economía, se aprobó a finales de febrero con el Sí del 78.3% del total de electores, mientras que un 8.11% votó por el No. Una mayoría amplia pero lejana a la acostumbrada.
‘No es (una sociedad) contrarrevolucionaria. (…) No ve al gobierno como algo que hay que derrocar, pero tampoco lo ve como que reacciona adecuadamente. Y ahora se lo puede decir por internet’, precisa Alzugaray.
— Ayuda ante desastres —
El 27 de enero un tornado azotó algunos barrios de La Habana, dejando miles de damnificados y casas destruidas. Y la ciudadanía entregó ayuda por su cuenta, en un país acostumbrado a que esa labor sea coordinada por el gobierno.
‘En este grupo nadie se conocía. A través de las redes nos pusimos en contacto. Empezamos a ir a los lugares y creamos un grupo de WhatsApp para organizarnos’, cuenta Aída Duarte, de 29 años. Dice que las redes sociales ponen un poco de presión al trabajo público.
Según Alzugaray, ahora ‘hay una sociedad civil que el gobierno no reconoce como tal pero está ahí, y tiene sitios web, y presiona y habla (…) Es un desafío para el aparato estatal cubano que nunca ha jugado esa partida’.
Fuente: AFP