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POR VERÓNICA KLINGENBERGERPeriodista@vklingenberger
‘¿Me copian? Voy a entrar en aguas territoriales’. El firme aviso lo hacía la capitana del barco de rescate Sea-Watch 3 (de la ONG alemana del mismo nombre), Carola Rackete, quien además de dirigirse a las autoridades del puerto de Lampedusa, le hablaba fuerte y claro al ministro de interior italiano, Matteo Salvini. Salvini es un facho de estos tiempos conocido por su política antimigratoria y por su nefasto decreto de seguridad que declara que los barcos humanitarios que ingresen en Italia sin autorización deberán pagar hasta 50 mil euros y enfrentar procesos penales. Pero la capitana entró, y lo hizo con la convicción que otorga una gran responsabilidad: ‘Sé a lo que me arriesgo, pero los 42 náufragos a bordo están al límite. Los llevo a salvo. Espero que las autoridades europeas e italianas entiendan la situación’, escribió en su cuenta de Twitter minutos antes.
Carola Rackete es alemana, habla cinco idiomas y con apenas 31 años tiene una amplia carrera al mando de embarcaciones humanitarias. Su historia empezó a bordo de un rompehielos en el Polo Norte. Al poco tiempo, ya era segunda oficial del Arctic Sunrise de Greenpeace. Y hace tres años, como parte del equipo de Sea-Watch, asumió el cargo de coordinadora del equipo de avistamiento de barcas a la deriva en el Mediterráneo. Lo que seguía era evidente: pararse frente al timón.
A fines de junio, el Sea-Watch 3 con 52 libios rescatados -10 fueron fueron evacuados por motivos médicos antes de que el barco llegue a Italia- rechazó la orden de las autoridades italianas de dejarlos en un puerto del país africano por considerarlo zona insegura. Huían de la tercera guerra civil de su país, que se desató el pasado 4 de abril, cuando el mariscal Jalifa Hafter lanzó su ofensiva sobre Trípoli, y ha desplazado a más de 60 mil hombres, mujeres y niños. La crisis no termina ahí porque la crueldad nunca ha tenido nacionalidad.
Según investigaciones de las Naciones Unidas, se ha probado que los inmigrantes de paso en Italia son torturados y agredidos de múltiples formas en centros de detención, casi siempre gestionados por milicias que también trafican con personas hacia Europa.
En los últimos años, alrededor de 35 mil personas han perdido la vida en el Mediterráneo. Solo en lo que va del año han llegado a Italia por mar unas 2.252 personas y se calcula que al menos 597 ya han muerto en el Mediterráneo. Hace apenas unos días, unos pescadores sicilianos encontraron el cadáver de un muchacho atrapado junto a los peces en sus redes. Por esas mismas fechas estuvo circulando un video por las redes. En él se ve a la joven capitana antes de ser arrestada. Lleva el polo de una cerveza nicaragüense y la cara quemada por el sol. Sonríe al escuchar al periodista que intenta provocarla al decirle que Salvini se ha convertido en su enemigo. Ella no titubea al responder: “Tengo que cuidar de 60 personas. Eso es lo que me preocupa. El señor Salvini tendrá que ponerse a la cola”.
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Rackete fue liberada ayer por la jueza italiana Alessandra Vella, quien consideró que ‘no había cometido ningún delito y solo cumplía un deber’. Y a eso ha vuelto. A salvar vidas en el mar. Mientras tanto, nadie sabe cuál será el destino de las personas a las que rescató.
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