Londres. Los británicos reconocen que llevar a cabo la salida de la Unión Europea constituye un desafío colosal. Pero con una serie de errores estratégicos cometidos en los últimos tres años Theresa May hizo la tarea aún más difícil.
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Precipitación
La conservadora, que llegó al poder en julio de 2016 poco después del referéndum sobre la Unión Europea del 23 de junio, estaba sometida a una gran presión para que activase el Artículo 50 del Tratado de Lisboa, que prevé un plazo de dos años para llevar a cabo una salida del bloque.
Lo hizo el 29 de marzo de 2017, cuando aún no tenía una estrategia de negociación clara ni respaldada por su partido y los diputados británicos para llevar a buen puerto una operación tan compleja en tan poco tiempo.
El resultado, dos años después se vio obligada a aplazar la salida hasta el 31 de octubre de 2019 para evitar un brutal Brexit sin acuerdo de caóticas consecuencias económicas.
Estrategia negociadora
Mostrando su voluntad de llegar a toda costa a un acuerdo con Bruselas, May se puso desde el principio en una situación desventajosa para la negociación con Bruselas, consideran numerosos comentaristas políticos en Reino Unido.
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Se fijó además una serie de líneas rojas, como la necesidad de salir de la unión aduanera y del mercado único, sobre las que tuvo que rectificar después en particular en relación a la llamada salvaguarda irlandesa.
Este dispositivo, que solo debe entrar en vigor si no se encuentra una solución mejor, prevé mantener al país en una unión aduanera para evitar una frontera física entre la República de Irlanda y la provincia británica de Irlanda del Norte y fue la principal causante de la oposición de los diputados al acuerdo.
Elecciones catastróficas
Buscando reforzar su posición para imponer su proyecto de Brexit, convocó elecciones legislativas anticipadas en junio de 2017, tres años antes de los previsto, alentada por los sondeos.
Pero el resultado fue catastrófico. Perdió la mayoría absoluta, tuvo que suavizar su versión del Brexit y se vio obligada a aliarse al pequeño partido unionista norirlandés DUP cuya oposición a cualquier trato diferente para la provincia acabó por llevar al traste su acuerdo.
Falta de apertura
Pese a su revés electoral, May no considera útil incluir a los otros partidos al lanzar las negociaciones con Bruselas, acortando de entrada sus posibilidades de que el acuerdo fuese aceptado.
Y esperó hasta el tercer rechazo por el Parlamento, a finales de marzo, para emprender conversaciones con la oposición laborista de Jeremy Corbyn.
Pero es demasiado tarde. Corbyn se retira de la negociación a mediados de mayo alegando la “debilidad” de una primera ministra cuyos días ya están contados.
May perdió también el apoyo de los euroescépticos y los eurófilos de su Partido Conservador, como demuestran la treintena de dimisiones en el seno de su gobierno “sin precedentes” en un ejecutivo británico según el laboratorio de ideas Institute for Government.
Torpe comunicación
May **no supo tampoco encontrar las palabras para obtener el apoyo de un país profundamente dividido a un acuerdo de **Brexit con el que quería complacer a ambos campos y no convenció a casi nadie.
Su personalidad fría acaba valiéndole el apodo poco halagador de “maybot”, es decir “May el robot”.
“Brexit significa Brexit”, no deja de repetir en los primeros meses de su mandato, un refrán con el que quiere encarnar su determinación a sacar al país de la **Unión Europea **pero que acaba sonando a hueco.
Después, al afirmar que un Brexit sin acuerdo “es mejor que un mal acuerdo” se gana la oposición de una parte de la opinión pública, en particular los empresarios.
Y por último indigna a los diputados acusándolos de ser los responsables del bloqueo parlamentario por sus “juegos políticos y oscuras discusiones sobre el procedimiento”.
Fuente AFP
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