La patata es uno de los alimentos más populares del mundo y, por ello, en ocasiones se tiende a infravalorarla. Pero la realidad es que este tubérculo es una fuente muy razonable de energía que nos aporta más vitaminas y minerales y menos calorías de los que se le atribuye normalmente.
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Por sus características nutricionales y su riqueza en fécula, la papa se ha equiparado con los cereales, porque es un alimento rico en hidratos de carbono y con una composición proteica del 2%.
Interés medicinal
Según la revista CuerpoMente, si bien es un alimento de primer orden, el consumo de patatas puede ser de gran utilidad en ciertos padecimientos.
La patata hervida, asada o al vapor es de gran utilidad en casos de gastritis, y también en los procesos diarreicos. Al tener un efecto “tampón” o absorbente neutraliza de forma rápida el exceso de gases o de acidez del estómago e intestinos; cosa que no pasa con las patatas fritas, que suelen ser indigestas en estos casos, pero no por culpa de la patata, sino del proceso de cocción.
Un plato de patata hervida con cebolla y un poco de aceite también es muy útil en los casos de estados febriles.
En los procesos de estrés, la patata puede ser un buen alimento, junto con la avena; y no es que la patata tenga en sí una acción sedante, sino que, al ser suave, calmante, digestiva y de fácil digestión puede reducir las molestias derivadas de las situaciones de estrés.
El caldo de patata es muy remineralizante, especialmente si se cuecen con su piel. Para personas que necesitan potasio (como, por ejemplo, en casos de hipertensión, enfermedades cardiacas o personas que toman diuréticos), es excelente el caldo de la peladura de patata, que no ha de ser necesariamente exclusivo de sus pieles, sino que podemos aromatizarlo con otras verduras como el apio.
El jugo de patata cruda es también un elemento medicinal interesante en caso de gastritis aguda y de procesos de úlcera gastroduodenal. Es muy simple porque consiste en licuar una patata mediana y tomarse el jugo recién exprimido.
