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Por Zoë MasseyFOTÓGRAFA@ZoePix
A Cecilia Jurado Chueca tuve la suerte de conocerla cuando ambas estudiábamos fotografía en una ya desaparecida pero querida escuelita de la vida: Gaudí. Talentosa, artista desde la vena, con risa contagiosa. Ojos oscuros que creo yo ven cosas que algunos no vemos.
Ella migró a Estados Unidos hace unos años y ha logrado a fuerza de empuje abrir una galería allá que hoy trae artistas a las ferias de arte de aquí. Ya me estaba acostumbrando a verla en el rol de galerista cuando recibí la invitación a Dos Cielos Azules, exposición individual suya en la sala del ICPNA de San Miguel.
Completamente convencida que vería foto, tal vez instalación, me doy con la sorpresa de que es pintura. ¿Cómo o cuándo hizo el salto? ‘El salto es fluido’, me comenta ella. ‘En el caso de las pinturas y acuarelas primero se me ocurre la imagen, luego hago la foto, luego la pinto’. Dos Cielos Azules pinta la galería de tonos de azul que la convierten en un cianotipo completo.
Ahí, ella me cuenta que el cielo es algo que nos llevamos con nosotros cuando vamos a cualquier lado. Que el azul es intenso, es el día y la noche, la costa y la sierra. ‘Vemos más el azul que el verde, rojo, blanco, es el color que nos envuelve todos los días’.
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Curioso esto viviendo en la ciudad que hemos encasillado como la gris y en la que se hace difícil encontrar el azul como parte de la naturaleza. Luego levanto la mirada y veo el mar… azul. ¿Será que lo damos por sentado y ya no lo notamos? Quizás necesitamos de esos ojos que nos lo recuerden.
‘Esta exposición ha sido creada en los últimos meses. Son todas las personas que me he cruzado caminando por Magdalena, mi barrio, quienes trabajan en la calle o simplemente están ahí. Desde el niño danzante de tijeras a la señora que canta canciones andinas, o la mujer que lleva a su hijo al Larco Herrera porque vive sin plata’. Al Perú lo vemos en todas las calles si queremos parar a mirarlo. No vivimos tan aislados en la realidad, solo en la comodidad. El danzante de tijeras tirado en el piso es una analogía a la vida esa que es sin parar, pero también a lo místico de eso mismo de no parar. Vidas fuertes de la calle.
Esta muestra tiene pinturas, retratos, instalación creada de la mano del Sr. Moya, Fico, quien ha ayudado a moldear y dar forma, color. Tiene a Cecilia en cada esquina, con esa carga del migrante, del motivo que toman para migrar: unos huyen otros lo hacen con pesar. Hay quienes no tienen nada y se van por estar mejor, otros lo hacen en busca de la felicidad, otros quieren desconectarse de toda responsabilidad… Pero siempre nos conecta el cielo. Ese cielo tan igual, tan distinto que siempre estará con nosotros, azul, en todos sus tonos.
‘Hay los que nunca se van, porque nunca estuvieron en un lugar fijo, esos deambulan. Esos me interesan en especial porque no tienen las normas de la mayoría y viven en otra frecuencia’. Ahora, después de esta conversación, a esos que deambulan, los veo azules. ‘Yo migré de Lima a Nueva York. Mi hijo Ryder quizás migre a Marte’, cierra Cecilia.
Hace años, antes de migrar, conversaba con un amigo que también se iría hacia otro lugar. Caminábamos por el Parque Kennedy, tarde de noche, ya casi amanecía. Él me dijo que donde estuviéramos, cada uno, todos, el cielo, las estrellas, y la luna siempre podrían ser nuestra referencia para estar conectados, para seguir de alguna manera en el mismo lugar, a pesar de no estarlo.
Ese lugar es azul, la hora azul. Dos Cielos Azules va hasta el 13 de mayo en la Galería ICPNA de San Miguel (Av. La Marina 2469). De lunes a sábado de 11 a.m. a 8 p.m. Ingreso libre.
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