Cuéntanos un poco de tu personaje, Ned Fleming…
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Es un tipo tradicional, de un pueblo pequeño, con una hermosa familia. Su hija estudia en Stanford y su hijo adolescente se prepara para dirigir el negocio familiar, una imprenta en Michigan, a la que ya no le va tan bien como antes. De pronto, descubre que su hija, con la cual ha sido siempre bastante unido, está saliendo con Laird Mayhew (James Franco), un chico multimillonario que está metido en el negocio de Internet y representa todo lo que Ned odia.
A Ned se le hace muy difícil aceptar a Laird, ¿te ha sucedido en la vida real?
Hay algo con los papás. Recuerdo que, cuando era adolescente, yo no era del agrado de los papás de mis parejas. Y no sabía por qué. Ahora sé por qué (risas). Es difícil como padre ver a tu hija crecer y convertirse en una mujer adulta. Uno, como padre, que ha sido responsable de los hijos, teme las decisiones que tomen y cómo se encaminen en la vida por sí mismos.
¿Cuál crees que es la principal razón por la que Ned y Laird no se llevan bien?
Son diferentes de todas las formas posibles. Son distintos en su nivel de educación, dónde fueron criados, los principios bajo los cuales fueron formados, la manera en la que viven, sus gustos musicales, su generación. Todo entre ellos es diametralmente opuesto. Por eso es de esperarse que haya fricción.
¿Cómo describirías a Laird?
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Es un tipo sin filtros, dice todo lo que piensa y siente. Algo bastante interesante de ese personaje es que es incapaz de mentir. Es bastante torpe socialmente y tiende a herir los sentimientos de otras personas al decir lo que piensa. Pero, por otro lado, eso también es algo bueno porque no tiene la habilidad de ser deshonesto.
¿Qué hizo que aceptaras este papel?
Me encanta hacer drama, pero no me divierto tanto como con la comedia. Amo hacer papeles como los de Trumbo o Breaking Bad, pero en una comedia tu trabajo es pensar constantemente en diferentes maneras de hacer reír a la gente. No tiene precio que tu forma de ganarte la vida sea reír y hacer reír a otros.
¿Cómo fue tu experiencia con el director John Hamburg (Meet the Fockers, Zoolander 2)?
Fue espectacular porque le permitía a los actores fallar. Él nos decía: ‘¿Realmente quieres hacerlo así? ¡Inténtalo!’.
¿Había mucha improvisación en las filmaciones?
Así es, y eso se sintió muy bien. Nos sentíamos como niños. Primero hacíamos la escena como estaba escrita en el guion, pero luego éramos prácticamente obligados a enloquecer y añadir los elementos que nosotros consideráramos que podrían servir para nuestros personajes.
¿Cómo esperas que reciba el público esta película?
Si la gente va al cine y se ríe mucho, eso será valioso. Pero lo que nosotros queremos es que sientan algo, que se impresionen y se lleven eso a casa y lo compartan con sus familiares. Esta es una historia familiar.
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