JOSÉ BARRETO
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¿Quisieron rodar en cinco países distintos desde un inicio?
No. Eso lo decidimos tras rodar en Indonesia. Nos dimos cuenta que la historia no podía quedar ahí. Ahí nos metimos en la cabeza que este proyecto iba a caminar a su propio ritmo. Solo teníamos que dejarnos llevar por la marea sin atolondrarnos. Han sido cinco años increíbles.
¿En algún momento pensaron tirar la toalla?
Sabíamos que rodar una película en cinco lugares del mundo era una locura, pero nos gustan los retos. El mayor estímulo era ver las imágenes que capturábamos. La naturaleza estuvo de nuestro lado y nos permitió captarla en su máximo esplendor.
¿La película está en formato de road trip?
No. Cada lugar tiene sus propios protagonistas, pero Jonathan Gubbins es el nexo. Su trabajo en la vida real (ver recuadro) es ir de un lado a otro buscando la ola perfecta. En la película, todos los personajes tienen una fuerte relación con el mar.
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¿Qué fue lo que aprendiste del rodaje?
Al estar en lugares tan hermosos, uno se da cuenta de lo insignificante que es el ser humano, pero también del gran daño que puede causarle al planeta. Esta película cumple con el propósito de mostrarnos lo maravilloso que es el lugar donde vivimos y lo mucho que debemos hacer por conservarlo.
¿Hubo algunos momentos difíciles?
Más que difíciles, de revelación. Cuando rodamos en Alaska, llovió descontroladamente, algo que no ocurría hace más de 40 años. Pudimos sentir en carne propia el cambio climático, y eso nos hizo dar cuenta de que, por muy lejos que vivamos, todos estamos conectados, somos una especie que debe frenar el mal comportamiento que tiene con su hogar.
Ya terminaste de rodar Clandestino, una serie con Christian Meier y Carlos Alcántara…
Es una producción de acción, género que me encanta. Tras La Gran Sangre me quedé con la espina. La idea es ofrecerla a cadenas extranjeras. Queremos posicionar la ficción nacional afuera.