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LUIS CARLOS ARIAS SCHREIBER
Si las corridas de toros no tuvieran tantos detractores – sus razones tendrán-, a estas alturas del año ya tendríamos al peruano del 2016. Definitivamente sería Andrés Roca Rey , un chico limeño de 19 años que hace apenas 9 meses se hizo matador de toros y ha encadenado una racha apabullante de triunfos en ruedos del Perú, Ecuador, Colombia, México, Francia y la propia España, hasta llegar a la cumbre la semana pasada: salir en hombros por la puerta grande de la Plaza de Las Ventas de Madrid en la Feria de San Isidro.
Mis amigos que no saben de toros me preguntan qué significa lo que ha hecho Roca Rey. Y les digo que Las Ventas es la plaza más importante del mundo y la de San Isidro – santo patrono de Madrid – su fiesta central, por algo se le dice el Mundial de la tauromaquia. Es como si un tenista peruano campeonara en Wimbledon tras ganarle la final a Djokovic en 5 sets, como si un actor peruano triunfara de verdad haciendo el rol protagónico de la obra más exitosa de Broadway o como si el restaurante de un chef peruano encabezara el ranking mundial de San Pellegrino y recibiera 3 estrellas Michelin. Y como hay comparaciones especialmente odiosas, no forzaré un paralelo con nuestra realidad futbolística.
Pues bien, Roca Rey – que recién se echa a andar como matador- conmocionó Madrid el viernes pasado con su valor inmenso y su toreo variado y a pies firmes (arriesgando la cornada en cada pase) para cortar las dos orejas del sexto toro de una tarde en la que no entraba un alfiler más en Las Ventas. Hasta el rey emérito Juan Carlos se hizo presente. Tras matar de un estocadón impresionante a Buzonero -un toro de 515 kilos de la ganadería Conde de Mayalde-, los tendidos se cubrieron de pañuelos blancos y una veintena de banderas peruanas para pedirle al juez que otorgara las dos orejas y saliera apoteósicamente en hombros de una multitud (pueden verse varios videos en YouTube).
Este fin de semana, mientras se definía la Liga española de fútbol, se disputaba el Gran Premio de Fórmula 1 en Barcelona y se celebraban en Madrid las fiestas de San Isidro – multitudinarios conciertos gratuitos en la Plaza Mayor con decenas de músicos españoles (Fangoria, Santiago Auserón y, bueno, David Bisbal para los de mi generación) -, Roca Rey fue trending topic por varias horas en España y ha salido en todos los periódicos y noticieros. El lobby del Hotel Vincci de la calle de Goya en el barrio de Salamanca, donde se aloja, ha sido trajinado por periodistas y aficionados, y cuando llega a la plaza le toman selfies a cada paso, mientras un asistente reparte sus fotos autografiadas que vuelan en medio de un tumulto.
Ayer domingo, con la resaca de esa puerta grande, Roca Rey volvió a hacer el paseíllo en Las Ventas. Otra vez 24 mil personas apretujadas en los tendidos -cartel de no hay billetes en boleterías-, otra vez el rey Juan Carlos en primera fila y otra vez banderas peruanas aquí y allá. Pero los toros fueron mansos, sosos y faltos de fuerza -cortesía de la ganadería de Juan Pedro Domecq – y la tarde se vino abajo para los tres matadores ( Roca Rey y los españoles Talavante y Posada de Maravillas). Cómo habrá sido de descastada la corrida, que al peruano le devolvieron dos toros a los corrales para cambiarlos por otros que embistieran con bravura, pero nada. Aún así, Roca Rey toreó con seriedad y se dio maña para sacar algunos pases de mérito, siempre con los pies fijos en la arena. Pero como dicen los aficionados, ‘corrida de expectación, corrida de decepción’.
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No importa, ya habrá otras tardes. Hoy mismo, Roca Rey se presentará en Nimes, la plaza más importante de Francia, junto al español Perera y el francés Castella. Y el próximo martes 24 volverá a Las Ventas, seguramente con tendidos apretados y varias decenas de compatriotas emocionados ante la posibilidad de volver a salir todos juntos por la puerta grande de Madrid, con Roca Rey en hombros, envueltos en banderas blanquirrojas y el infaltable grito de ¡Perú, Perú! hasta la calle de Alcalá.
¿No les digo? Como para ser el peruano del año.
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