Por Zoë Massey
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Hace unos años, las paredes de Lima se vieron invadidas por unos afiches que indignaron a miles. Claro, otros tantos no se vieron identificados como responsables, aunque la verdad incómoda a muchos no los hace ni pestañear. Y es por eso que hasta hoy si vieras uno de estos afiches que te gritaban PERRA porque te lo merecías, sería aún vigente. Nadie sabía quién los había puesto. Era ella.
Natalia Iguiñiz desde ese entonces se convirtió en una de mis artistas plásticas peruanas favoritas, por ser frontal, por no morderse la lengua. Porque en épocas de gobiernos autócratas y alterados tampoco se quedó callada y -como dice en un documental que muchos deberían ver (Against the Grain-An Artist´s survival guide to Perú)-, su trabajo, como el de algunos otros, giraba en torno a cómo parar esta situación. Era ya en ese entonces alguien a quien yo seguía. Porque ante las injusticias y el abuso hay que ponerse en pie con las herramientas que tengamos, pensaba (y pienso) yo.
Hoy ella habla de otra batalla por la que hay que ponerse de pie y fuerte. Es la maternidad. Esa maternidad que hasta hoy gran parte de la sociedad relega un poco, no entiende mucho y no hace mucho esfuerzo en entender, salvo por las palabras de felicitación que chorreamos por cada amiga madre que tenemos. ¿Pero qué tan conscientes somos de cuan fuerte en la vida de una mujer es ser madre? Yo madre no soy, pero fui hija y fui nieta de madres alucinantes. Y creo que de esa maternidad aprendí mucho de lo que soy y hago hoy.
Pequeñas Historias de Maternidad 3 es la última de una trilogía de exposiciones y no podría haber sido otra exposición individual. ‘En los últimos 10 años he venido pensando la maternidad desde lo teórico, tengo dos hijos y tres muestras sobre maternidad… ha sido una inmersión desde lo artístico, lo teórico y lo práctico. La selección de los trabajos de otros artífices la fui haciendo en estos años, tratando de reunir trabajos con distintas miradas, que no siempre estaban planteados con la maternidad como tema, pero que en el conjunto ampliaban la idea de lo materno’, me cuenta Natalia, y también que algunos otros trabajos no entraron pero que hay planes de un libro por ahí.
¿Qué es la maternidad entonces? Es una mezcla de emociones que parten desde la opción de serlo, que mezcla aprendizajes, con lágrimas, frustraciones, alegrías. Con cosas tiradas por el piso de la casa, con esa responsabilidad de que el cuerpo de una deja de ser de una y pasa a ser compartido con otra vida, y que es para siempre.
Esta muestra está en la sala Miró Quesada Garland (esquina de Larco con Diez Canseco, Miraflores) y hoy a las 7 p.m. hay una visita guiada por la misma Natalia y a las 8 p.m. un conversatorio al que deberíamos ir todos. Porque aún creo que mucho nos queda en el aire sobre cómo te puede cambiar la vida la maternidad sola o compartida, cómo la sociedad te exige tanto como mujer y como madre, pero al mismo tiempo te grita que aún no te entiende cuando un sonso por ahí te pide que te tapes la teta cuando estás alimentando a tu hijo en la calle porque esto se le hace tremendamente desagradable (como tuve la desgracia de leer en un post hace muy poco). Natalia y yo nos preguntamos si se le hará tan desagradable esa teta en una foto de una penúltima página de revista.
Pequeñas Historias que dedico a mis valientes amigas madres que admiro tanto, a las que se volvieron locas al serlo, a las que lo lograron solas, y a los amigos padres que a veces se roban el título de madres con honores.