Por Sengo Pérez
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Años atrás, el ballet del SODRE de Montevideo se reducía a un empeñoso grupo sin más ambiciones que satisfacer la demanda local. Sin espectáculos que generaran mayor interés, la asistencia se limitaba a los familiares y amigos de los bailarines.
La compañía estatal, cuya primera función se remonta a 1935, languidecía lentamente y en puntas de pies parecía destinada a la desaparición o en el mejor de los casos a una eterna mediocridad.
El 2010, el presidente José Mujica (cuando no Mujica) le ofrece el cargo de director a Julio Bocca, el famoso bailarín argentino, una exestrella de la disciplina, retirado el 2007 a quien le encargó la difícil tarea de revivir al cisne.
No fue nada fácil, pero hoy apenas 4 años después, el ballet del SODRE es un fenómeno cultural y social sin precedentes, con entradas agotadas meses antes de las funciones y una proyección internacional, que crece paso a paso, de salto en salto y con ovaciones que obligan al elenco a salir una y otra vez para saludar a públicos exigentes de diferentes partes del mundo que solo prolongan el aplauso a quien lo merece.
Y nada fácil también, es bailar allí. Muchos ojos, de muchos bailarines, en cuyo horizonte no estaba Montevideo, ven ahora en la capital uruguaya un escenario en donde mover el cuerpo al ritmo de Tchaikovski.
Juan Carlos Pi Camacho (24) fue uno de ellos, y cuando se enteró de una audición a realizarse en el 2011, no lo dudó. Trujillo, donde nació, y Lima eran lagos demasiados estrechos para su sueño de nadar más alto y hacia allá voló.
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Atrás quedó Trujillo su ciudad natal y su preocupación infantil, ‘mamá, ¿el ballet es solo para maricas?’ No, claro que no, respondió la madre y lo llevó a una función. ‘Allí vi a mi futuro maestro bailar y me dije: yo quiero saltar igual, méteme, mamá’. Tenía once años y el qué dirán no fue obstáculo para empezar el vuelo.
Vendría el Instituto Nacional de Cultura, la Escuela Visión de Danza y en el salto a Lima pasaría al Ballet Nacional, bajo la dirección de Olga Shimasaki y finalmente al Ballet Municipal.
Allí, frisando los 20, Uruguay se le apareció en forma de mujer, una bailarina oriental que integraba la compañía, su enamorada.
Fue ella, enterada de la presencia de Julio Bocca en el SODRE, la que presagiaba un buen futuro y ansiosa de regresar con su familia, lo animó a viajar y presentarse en una audición. Y allá fueron. ‘Y quedé, pero fue una sensación rara, lo que tendría que haber sido alegría fue tristeza, yo entré, ella no’. Cuatro meses después, formalmente ingresaba a la compañía dirigida por el argentino. Corría el 2011, el salto estaba dado.
Y llegaron las oportunidades, y Juan Carlos fue Cascanueces en un cuento de hadas, Sigfrido cazando cisnes en el lago, Conrad el Corsario, naufragando en una tempestad, o Solor el noble guerrero en Bayadera, entre otros papeles importantes. ‘Estoy muy contento, tengo muchas oportunidades, bailo de solista, de principal en el cuerpo de baile. No puedes interpretar todos los roles, no todos son para ti. Yo, por ejemplo, no puedo hacer un ballet delicado, soy de energía muy fuerte’.
¿Cómo te sientes en Montevideo? ‘Uruguay me da mucha seguridad, mucha calma, a veces demasiada calma, me puede aburrir un poco, pero es muy tranquilo, me gusta la gente, es fácil comunicarse, es gente muy amable, me gusta mucho’, cuenta. Bocca ha sacado el ballet del teatro. ‘Sí, hemos viajado a todas las capitales del interior. Bocca ha sacado el ballet a las calles, hacemos funciones para colegios; vienen chicos sin recursos, gratuitamente, es emocionante llegar a todos y no solo a un grupo’.
¿No has bailado en Perú? ‘Nunca me invitaron. Sería espectacular para mí. Acá hay mucha flexibilidad cuando un bailarín es invitado a su país, pero a mí no me ha pasado’, dice con cierta tristeza. El Ballet del SODRE, hoy dentro de los cuatro más destacados de Sudamérica junto a la Compañía Municipal de Chile, la de Río de Janeiro y el Colón de Buenos Aires, ha pasado a formar parte del orgullo nacional. Y en esta historia uruguaya, dirigida por un argentino, un trujillano es protagonista. ‘El ballet del SODRE está creciendo y es hermoso ser parte de ese crecimiento’, sostiene.
Profeta fuera de casa
‘Nunca me han invitado a bailar en Perú. Aquí, dan flexibilidad cuando un bailarín es invitado a su país, pero a mí no me ha pasado’. Juan Carlos Pi Camacho, bailarín.