Juan José Chuquisengo prefiere no revelar su edad. El laureado pianista peruano -que solo nos dice que pasa los cuarenta años-, afirma que si hay algún número con el que le gustaría que lo relacionen, es el casi millón de dólares que ha logrado recaudar él solo en obras y conciertos a beneficio de la educación infantil. ‘Si yo lo pude hacer en un área tan poco ‘comercial’ como la música clásica, ¿qué no podrían hacer los galanes de televisión? Hay que ponernos todos una mano al pecho’, enfatiza. Y es que con una carrera de más de 30 años, Chuquisengo, quien radica en Alemania, se puso la meta de regresar al Perú siempre para devolver eso que lo llevó a tocar en los más importantes escenarios de más de 50 países del mundo: la educación.
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Mañana brindará un concierto a beneficio de la fundación Aprendamos Juntos, que presta apoyo psicopedagógico a niños de escasos recursos de colegios de Collique, Pachacútec, Chorrillos, Villa María del Triunfo, Villa El Salvador y San Juan de Lurigancho.
¿Cómo es eso de que aprendiste a tocar con la música de la película El Padrino? Todo fue muy fortuito. Mi padre era de la amazonía y mi madre, ayacuchana. Ninguno de los dos era músico. Pero un buen día mi padre compró un viejo piano que había pertenecido al Presidente José Rufino Echenique por US$5. Y lo hizo solo para decorar la sala sin pensar que eso marcaría mi destino para siempre. No había profesor y en la radio pasaban muchas melodías de películas, en especial de las de El Padrino y yo me divertía sacando a los 7 años esas melodías.
¿Cómo recibieron tus padres esa vocación musical? La vocación me vino a los 14 años. No quería terminar el colegio ni estudiar en la universidad y mis padres estaban preocupados porque asumían que de músico me moriría de hambre. Pero ingresé a San Marcos y ahí encontré aliados. Un par de profesores tuvieron una seria conversación con mi padre y prácticamente lo conminaron a apoyarme. Y sin saber qué era la música, con un gesto que solo refleja el amor que le tiene un padre a un hijo, comenzó a tocar puertas conmigo para conseguir alguna beca. A los 17 años, conseguí una para el Instituto Superior de Música de Alemania.
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Y es loable porque en los 80 era casi una locura ser músico en el Perú… Mi padre sentía que yo me estaba desbarrancando, pero pudo más su amor.
¿Con qué te encontraste en Alemania? Primero, me deslumbré. El nivel técnico de los estudiantes era altísimo. Todos tocaban mejor que yo. Pero luego me di cuenta que no eran mejores porque tuvieran más talento, sino porque tenían mejores oportunidades. Eso es algo que deben saber los nuevos músicos. No deben amilanarse ante la adversidad. Los europeos no son seres de otro planeta.
Imagino que tal nivel es producto de la formación temprana de los músicos… Sí, pero esto no ocurre solo en el campo musical. En el Perú tenemos que aprender que debemos invertir en la materia prima más valiosa: el cerebro de los niños. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de convertir nuestro crecimiento económico en una bonanza hueca.
¿Cuándo nace ese deseo por contribuir desde tu campo a la sociedad? Cuando regreso por primera vez luego de 7 años desde Alemania. Encontré un país que ya no conocía. Yo era producto de la oportunidad educativa. No había forma de que no retribuya eso.
A tu criterio, ¿qué papel juega la música en la formación humana? La música te sensibiliza con el mundo. Es un alimento enormemente educador. Es un elemento social muy importante que rompe barreras de todo tipo. No entiendo francamente por qué no se refuerza su peso en la curricula de las escuelas. Todos los niños entre los 7 y 11 años deberían aprender a tocar un instrumento para despertar y alimentar sus neuronas. Ese será un regalo valioso sus vidas.
Y es que se piensa que la música es solo entretenimiento… Lamentablemente. Hay una falta de seriedad para considerar al músico como un profesional como cualquier otro. Se piensa que ni siquiera debería cobrar. No comprenden que los músicos también tenemos que comprar pañales y cuadernos.
Ahora existen facultades para estudiar música, ¿qué opinas de eso? Me alegra muchísimo. Pero analizándolo más profundamente, critico aún el nivel de calificación de los estudiantes. Todo está muy guiado a crear una marca de uno mismo antes que de perfeccionarse al máximo. Esto crea una falsa ilusión en los jóvenes de que con un par de ingredientes, pueden hacer buena música. Al final, podríamos estar contribuyendo al cliché de que ‘hacer música es fácil’. La formación empresarial es buena, pero debe haber un balance.
Sobre el concierto Si deseas ir al ‘Recital de piano por la educación’: • Lugar y hora. Auditorio del Club Regatas (Av. Chachi Dibós 1201, Chorrillos) a las 8 p.m. • Entradas. S/.100 (Zona Plata), S/.120 (Oro) y S/.150 (Platino) en la boletería del Auditorio y al teléfono 243-2233.