Por: Verónica Klingenberger
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El panorama es aterrador y cercano. Sequías, incendios forestales, inundaciones. El Sahara tragándose Europa. Países que desaparecen, ciudades que se vuelven océanos. Migraciones desesperadas, guerras inevitables. Hambre, pestes, muerte. La Tierra, según el científico británico James Lovelock, se está vengando. En 1979, Lovelock publicó un libro hermoso y revelador (Gaia: Una nueva mirada a la vida en la Tierra) que se convirtió en religión para los hippies y en burla de respetados científicos como Richard Dawkins, quien lo tildó de literatura pop ecologista. El libro de Lovelock una de la tesis científicas más respetadas en la actualidad afirmaba que nuestro planeta es un superorganismo que se autorregula.
Lovelock ha lamentado siempre ser el portador de tan malas noticias. Al presentar uno de sus libros más recientes, traducido al español como La venganza de la Tierra, le confesaba a Rosa Montero, en entrevista para El País, no ser el único científico que maneja esa información devastadora, sino más bien el portavoz. Será una época muy oscura y ningún esfuerzo ecológico podrá revertir lo que se viene. Por eso suele repetir la misma analogía. Dice que lo que vivimos se parece mucho a una balsa llena de gente que navega, sin advertirlo, hacia una catarata gigantesca. Y ya no habría forma de remar contra la corriente. No es el fin del mundo, nos consuela, pero definitivamente será el fin del mundo tal y como lo conocemos, nos advierte.
Aunque parezca contradictorio, Lovelock no se lleva bien con los ecologistas. Verde es el color del metal y la corrupción, declaró a Rolling Stone. Según él, los verdes ignoran la ciencia y además la detestan, por lo que en muchas ocasiones entorpecen la tarea de profesionales calificados. Hacia el final de este siglo, es probable que el calentamiento global haya transformado la mayor parte de la Tierra en un desierto y un descampado. Para el año 2100, estima que la población mundial pasará de 6,6 mil millones de habitantes a 500 millones, con la mayoría de sobrevivientes concentrados en regiones de Canadá, Islandia, Escandinavia y el Ártico.
Quizás los antiguos peruanos creyeron en los dioses adecuados. Lovelock dice que fue un gran error dejar de adorar la Tierra y empezar a adorar dioses remotos. Y suena convincente. Por ahora, propone cinco formas de supervivencia para resistir la ira de Gaia: 1) Desarrollar plantas de desalinización para poder beber agua de los océanos cuando todos los bidones del mundo se sequen. 2) Crear comida sintética para sobrevivir cuando el 80% del planeta sea un desierto. 3) Prepararse para el caos. Bangladesh, Miami y otras regiones costeras desaparecerán y millones de personas migrarán a las zonas nórdicas. 4) Reordenar el clima. La única propuesta científica que tiene Lovelock por el momento es la de incrementar el plancton en la superficie marina a través de miles de pipas sumergidas en el fondo del mar, donde se concentra la mayor parte de estos organismos. Eso ayudaría a enfriar el planeta. 5) Ni la energía solar ni la de los molinos de viento podrán hacer que ciudades como Nueva York o Londres subsistan. La única energía que tenemos hoy para ello es la nuclear. Este punto ha sido muy cuestionado, pero para él, es la única fuente suficiente para proporcionar electricidad, alimentos y calor a los sobrevivientes en su retiro ártico .
Solo el tiempo determinará si lo de Lovelock es chifladura u honestidad científica. De todas formas le deseo muchísima suerte a los jovencitos del futuro. Que Gaia los guarde en su gloria.