Por: Zoë Massey
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Es tan fácil opinar desde afuera, tan cómodo solucionar todo sentado en un sofá, postear en redes sociales y luego quejarse cuando el que sí se fajó para hacer cosas no lo hizo como uno esperaba. ¿Entonces qué hay que hacer? Ser parte del cambio.
Afuera, proyecto creado por un grupo de artistas jóvenes realmente involucrados, se presenta por segunda vez en Lima. Esta vez, el escenario escogido para intervenir fue la aún en escombros ciudad de Pisco.
Converso con Max Holland, quien dirige este colectivo, y concluye que más que crear un impacto social, parte de sacar al artista limeño de su burbuja. Y luego, como una consecuencia, se van dando lazos entre el artista y la comunidad en la que participan.
Este año participaron 17 artistas, todos jóvenes, todos involucrados y todos con una postura fuerte ante el abandono en el que sigue la ciudad de Pisco a seis años del terremoto. Si has ido para allá entenderás que parece que así es como se va a quedar, que el cementerio de casas será luego una huaca en el tiempo, que las paredes rajadas forman una nueva arquitectura y que el recuerdo del terremoto se siente en la cara de la gente, en las palabras de los pequeños. Pero que todo eso es lo ‘normal’, ‘lo que hay’, y todo sigue, funcionan los restaurantes, los bares, los hoteles, los negocios, los mercados, entre restos de una noche del 2007.
Instalaciones, fotos, videos, esculturas hechas con restos de construcciones de la zona, el sonido del mar.
En lo personal, puedo decir que se me llena el alma de orgullo ver que estamos despertando a saber que el Perú no es solo Lima, que hay mucho por hacer y que para lograrlo hay que estar ahí.
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De modo personal también digo que si tú fuiste el que robaste dos computadoras el día de la inauguración y luego asaltaste a dos personas a la salida, siéntete orgulloso, le robaste a gente que no cobra por su chamba, que con su arte quiere darle algo al que no tiene acceso a la cultura. Robaste un escalón de nuestro crecimiento, pero no nos quitas las ganas de hacer más. Bravo.
Me llevo dos cosas de esta muestra, aparte del orgullo que me causa: haberle dado a un niño una concha marina y ver su cara de impresión al poder oír el mar dentro de ella, y esta frase: ‘La próxima vez que vea el mar, no será a través de mis lágrimas’ (Alberto Páucar, citado por Eliana Otta en un trabajo que al recordarlo me pone la piel de gallina y me ata un nudo en la garganta).