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Eduardo Lalo, el revolucionario

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Por: José Barreto

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Eduardo Lalo es un revolucionario. Y es que, teniendo como casa a Puerto Rico, hermosa isla caribeña, con playas que te quitan el aliento y cuna de grandes soneros, él no la escribe así.

‘Lo que siempre me ha preocupado es luchar contra las imposturas… de todo tipo. Con mi obra quiero borrar todas las imágenes recurrentes que se tienen de nuestro país. Esas que nos pintan como gente feliz, en la playa y con un trago en la mano’, nos dice Lalo.

Este escritor puertorriqueño, no de nacimiento (nació en Cuba en 1960), está de paso por Lima con motivo de la Feria Internacional de Libro. En esta oportunidad, trae bajo el brazo su libro ‘Simone’ (2011), que el mes pasado ganó el prestigioso Rómulo Gallegos. Pero a pesar de la batahola mediática que le acarrea el galardón, él no pierde su norte.

‘Lo único que ha cambiado es que ahora me dejan hablar más (risas). Pero sigo diciendo lo que pienso, y lo que pienso ahora es exactamente lo mismo de lo que pensaba antes del premio’, afirma Eduardo.

En esta pequeña entrevista, bajo una bastante inusual resolana en pleno invierno limeño, Lalo me confirma que sigue siendo el mismo. Aquel que en ‘Los países invisibles’ (2008) no tuvo miedo de decir que para los centros culturales del mundo Latinoamérica tiende a no existir. ‘La invisibilidad es la experiencia humana más generalizada, y mi trabajo es analizarla. Por ejemplo, hay filósofos bolivianos, peruanos y puertorriqueños, pero desde las sociedades ‘que mandan’, resulta un chiste.

Nos ven y no nos ven. Perú, por ejemplo, es un país complejísimo y muy rico culturalmente. ¿Cómo los conocen?, por Machu Picchu, pues los que pertenecen ‘al primer mundo’ buscan comprobar esa imagen que han visto en las postales. Eso, es invisibilidad’, enfatiza.

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‘Hasta el día de hoy, un puertorriqueño no vale lo mismo que un polaco, austriaco, etc. Parece que hubiera una obscura ley que nos invisibiliza’, dice Eduardo con gesto adusto.

Sin embargo, reconoce que, aunque invisibles, existen. Y porque existen no le resulta raro ser el país invitado de la FIL en nuestro país. ‘Mi expectativa en esta Feria es demostrar que somos parte de la humanidad, una parte activa, productiva y, sobre todo, creativa’.

Además, Eduardo llega a Lima no sintiéndose un extraño. Su conexión con las letras peruanas, se podría decir, es de bastante empatía. ‘Mi relación con la lilteratura peruana es una relación de gusto, de placer. Me parece una de las más poderosas de América Latina, y no me refiero solo a César Vallejo, cuya influencia es evidentemente es enorme’, asegura Lalo. ‘Leo a Perú con gratitud y cercanía. Leer el desamparo de un Cesar Moro al final de su vida, me es familiar. La tragedia, nos une’, agrega.

Es más, Eduardo recuerda que, en una visita a Buenos Aires, fue a comer cebiche a un barrio peruano en la capital argentina. ‘El lugar se llamaba ‘La Rica Viky’. De pronto, escucho salsa desde uno de los televisores. Miro y no eran puertorriqueños. Eran salseros peruanos. Pero, te juro que, yo cerraba los ojos, y me transportaba a cualquier fiesta patronal de mi país. No podía notar la diferencia. Perú ha absorbido el feelin’ de la músca puertorriqueña y así también en la literatura, y viceversa’.

Lalo está feliz, puede hablar y, hasta donde puedo notar, está optimista del futuro de la literatura, y en especial de la latinoamericana. A pesar del fantasma que últimamente parece ser la tecnología para el arte.

‘Estamos en una especie de cambio de paradigma y sí, lo digital va a ser la norma en el futuro. Tiene sus peligros, pero lo positivo es que podemos reinventarnos. Le comentaba a Ricardo Piglia, ganador del Rómulo Gallegos 2012, que ojalá algún día podamos escribir una novela a la cual se le pueda poner sonido. Sería como redefinir la literatura’.

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