Por José Barreto
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Los buenos tiempos son fugaces. Y poco menos que fugaz fue el tiempo que ellos nos regalaron en vivo, con esos acordes cañoneros y melodías sinuosas. Fueron una bocanada de aire fresco en la alicaída escena nacional a mediados del 2000. Luego, llegó una separación abrupta, “pero desde que grabábamos el ‘Sha la la’ ya sabíamos que no seguiríamos juntos”, dice ‘Pipe’ Villarán, primera guitarra de esta banda. La banda de estos tiempos. Los Fuckin Sombreros.
Tuvieron que separarse. No tenían otra. Su principal gancho, el ser eclécticos, les pasó factura. Sus aires de Rock n’ Roll sin temor a hacer canciones “bonitas”, como dice Francois Peglau, dejaba entrever desde su éxito que los caminos se bifurcarían: Peglau migró a Inglaterra a tener un ‘Inminent Failure’ (así se llama su reciente disco como solista con aires Folk), el bajista Miguel Barreto migró a tierras gringas y ‘Pipe’ Villarán formó una buena pero efímera banda: LongPlayer. Se comenzó a gestar el mito.
‘Era un ‘locurón’. Había gente como siempre, pero todos saltaban y se movían como nunca’, recuerda Francois del concierto de despedida allá por el 2007. Ninguno de los tres músicos comprende por qué cuando decidieron separarse comenzaron a tener más seguidores, y mucho menos cómo es que en estos dos años de no haberse reunido han ganado un público cada vez más joven.
‘Pipe’ Villarán ensaya una teoría con la que dice no pecar de soberbio: “Nosotros hicimos algo que no se hacía. Y si aún nos escuchan, es porque hubo magia”. No le falta razón. Es por eso que se los extraña. Es por eso que nuevas generaciones de ‘sombreros’ (así se les llama a sus fans) nacen. Los Fuckin Sombreros hacen un rock n’ roll con alegría, sin tomarse ellos mismos muy en serio. Un rock n’ roll tuyo, mío, de nadie, de la noche, de todos.
Pero dejemos la nostalgia de lado. Lo único concreto es que los tenemos de vuelta. Todos sus miembros coincidieron y reventarán La Noche de Barranco este viernes 20. Recuerda que los buenos tiempos son fugaces, pero no tengas dudas de que las luces, el humo y los acordes quedarán tatuados en tus sentidos por un tiempo indefinido.