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River Plate es campeón de la Copa Libertadores

5gkwu2tnazhxrculr2gzcc4goe.jpg publimetro.pe (JUAN MABROMATA/AFP)

Unas 62.000 almas cantaron y bailaron hasta el delirio en las tribunas y millones de hinchas del popular club lo festejaron frente a las pantallas de televisión. ‘Millonarios’ y ‘felinos’ habían empatado 0-0 en el partido de ida en Monterrey.

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El centrodelantero Lucas Alario conectó de cabeza arrojándose en palomita a los 45 minutos. El uruguayo Carlos Sánchez anotó el segundo de tiro penal a los 75. Ramiro Funes Mori conectó de cabeza el tercero a los 79.

Los riverplatenses fueron campeones por primera vez en la edición de 1986 y repitieron la conquista en 1996. La gente cantó con la música de “dale alegría a mi corazón” del roquero Fito Páez.

Nunca una escuadra no sudamericana e invitada ha conseguido ganar la Copa. Dos equipos mexicanos habían fracasado antes en ganarla, al perder Cruz Azul la final con Boca en 2001 y Chivas de Guadalajara ante Internacional de Brasil en 2010.

Pierna fuerte

Ambos equipos encararon el juego a todo trapo, con el cuchillo entre los dientes, con la intensidad digna de una final, pero sin el brillo del buen fútbol. Tigres defendía por momentos con nueve hombres, poniéndole candado a su área.

Juninho y José Rivas acorralaron a Fernando Cavenaghi y a Alario, no los dejaban ni respirar. Lucha cuerpo a cuerpo e infracción contra ambos. Javier Aquino se multiplicaba como un coloso con ajustados bloqueos de recuperación y pases de calidad.

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Guido Pizarro y el uruguayo Egidio Arévalo Ríos eran murallas. El 4-4-2 teórico de los felinos se transformó en 6-3-1, con el francés André-Pierre Gignac como un lobo solitario en la vanguardia. El suspendido DT argentino Marcelo Gallardo tuvo que ver el partido desde el palco.

River era un aluvión, bien dominado por Tigres, pero el problema de los ‘millonarios’ era jugar en quinta velocidad con el pie a fondo del acelerador, pero sin pausa, sin pensar, sin orden, chocando una y otra vez. Sólo aparecía cada tanto el talento en el pase justo de Matías Kranevitter.

Los nervios de una final y la pierna fuerte le costó a los auriazules cuatro amarillas. Descontrolado por momentos Israel Jiménez. Pero Nicolás Bertolo no tomaba el timón del balón y sólo quedaba Cavenaghi para algún remate aislado.

Paradojas del fútbol, estuvo a tiro del gol una vez el brasileño Rafael Sobis pero se enredó con la pelota y en otra cargaba la escopeta Gignac, tras recibir el pase en bandeja de una maniobra estupenda de Jürgen Damm, pero salvó con angustia al meter el botín, al filo del abismo, Ramiro Funes Mori.

Diluvio y delirio

El guardameta riverplatense Marcelo Baroverno no tuvo que atajar ni un solo remate. Tampoco el arquero argentino de Tigres, Nahuel Guzmán, hasta que se descargó un diluvio.

En ese momento también llovían los centros sin destino preciso de River. Hasta que uno de ellos, rasante, de Leonel Vangioni fue conectado de cabeza por Alario en palomita.

El centrodelantero clavó el balón en una ‘ratonera’ del arco, casi lamiendo el poste, lejos de las manos de Guzmán. Fue un balde de agua helada en medio de la cortina de agua del cielo.

El gol transformó el diseño del juego. Tigres tuvo que romper la inercia de la resistencia para adelantarse. River no es tan sólido cuando lo atacan y tampoco le convenía encerrarse. Los de la banda roja se atrincheraron en defensa propia.

El DT Ricardo ‘Tuca’ Ferretti movió el tablero y mandó a la cancha a Jesús Dueñas para ganar posesión del balón y ambición de ataque. Lo que le faltaba era un hombre de desequilibrio ofensivo.

En un contragolpe, Aquino volteó dentro a Sánchez, quien marcó el remate de los doce pasos con jerarquía y un derechazo tan fuerte como medido. El gol de cabeza de Funes Mori desató la celebración a todo cántico y bandera.

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