Por Eliud Garmendia, desde Managua
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Las manifestaciones de mediados de abril de 2018 serán recordadas como el inicio de la primavera en Nicaragua. Muchos, escépticos, creyeron que la generación post revolución había fracasado. Acostumbrados al discurso oficial, se sometieron a la consigna. ‘Vivimos en un país bonito, no permitamos que se destruya la paz social que tanto nos ha costado’ se escucha en los teledarios oficialistas.
Comenzaron siendo unos 30 estudiantes que, con alma revolucionaria desafiaron el estricto control de las calles que el presidente Daniel Ortega mantiene desde noviembre de 2008, fecha en que la oposición local denunció un masivo fraude electoral a favor del partido del mandatario en las municipales de entonces.
La Nicaragua de hoy está totalmente transformada. El fervor patrio ha florecido en las ciudades de Managua, Masaya, León, Granada y Estelí. A esto se ha unido la inconformidad acumulada de miles de personas en otros puntos del país que se montaron en la ola de hartazgo generalizado que por estos días vive Nicaragua.
Los estudiantes han sido la clave. La presión inició con ellos en piquetes organizados en la Universidad centroamericana (UCA), la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) y la Universidad Nacional Agraria (UNA). Todas ubicadas en Managua. Las pequeñas marchas en presión al gobierno de Nicaragua por la lentitud con que actuó en el incendio de la reserva de biósfera Indio Maíz, ubicada al sur del país, despertaron a diversos sectores sociales encabezados por los universitarios.
Luego, una reforma al sistema de pensiones del seguro social nicaragüense caldeó los ánimos. Como dicen en las calles de Managua, ‘Ortega se metió con nuestro dinero, podría haber tocado todo, menos la bolsa’. La respuesta del gobernante ha sido feroz.
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Los estudiantes atrincherados en la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli) han denunciado ataques constantes a las instalaciones de la casa de estudios. ‘Fuimos atacados vilmente por la policía, teniendo que recibir 13 heridos de los cuales hay dos fallecidos. La policía junto al ejército se había retirado mostrando una supuesta pasividad para después, de manera cobarde, atacarnos,’ declaró uno de los líderes de la Upoli en un video difundido en las redes sociales.
‘Nosotros queremos paz, pero queremos un cambio. Que se vaya Daniel Ortega y Rosario Murillo’ continúo el estudiante encapuchado y sin revelar su identidad por razones de seguridad.
Una represión brutal comenzó desde el pasado miércoles en distintas zonas del país centroamericano. Ortega no solo mandó a la policía a las calles, también ha sacado al Ejército de Nicaragua en ciudades como Estelí y Managua.
Diversos organismos independientes como el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, han condenado los asesinatos como crimen de estado.
‘La policía se ha portado como un órgano represor y cómplice de estas turbas’, dijo Gonzalo Carrión, director jurídico del Cenidh, en referencia a la actuación pasiva de la Policía Nacional de Nicaragua ante los actos de violencia durante las manifestaciones.
Por su parte, el gobierno del país ordenó la salida de la cadena local 100%noticias. Daniel Ortega y su esposa, que casualmente es la vicepresidenta del gobierno, Rosario Murillo, dio órdenes para que el canal de televisión saliera del aire denunció Miguel Mora, el director de 100%noticias.
En el sentir popular se va más allá. Muchos nicaragüenses están exigiendo la renuncia de Ortega.
Bismarck Torres, es uno de los ciudadanos que respondió a la llamada de los ‘autoconvocados’, un grupo, cada vez más grande, de estudiantes que se han revelado al gobierno. ‘Ortega debe irse, ya no lo aguantamos más, esto ya no solo se trata del seguro social’ reclamó Torres en una marcha realizada el domingo en una céntrica avenida de Managua.
Para asombro de todo el país, la empresa privada se ha sumado a las manifestaciones. Si bien, el Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep) aún no habla de paro nacional, como piden otros sectores, sus comunicados han ido en posición frontal ante Ortega.
El mandatario respondió en la víspera que no aceptará diálogo con las condiciones que plantea el Cosep. ‘para ir a diálogo no deben haber condiciones’ espetó Ortega’ en una actitud desafiante.
El Cosep, como condiciones, pidió al estado nicaragüense no reprimir las protestas y defender el básico derecho a la libertad de expresión y de prensa. En ese momento el recuento oficial hablaba de 10 muertos y 30 desaparecidos en el contexto de las manifestaciones.
La iglesia católica también se unió al reclamo social. Silvio José Báez Ortega, el obispo auxiliar de Managua considera que en estas circunstancias es imposible ir a un diálogo con Ortega.
‘Aclaro a todo el país que no es verdad que hoy se va a reunir la Conferencia Episcopal de Nicaragua con Daniel Ortega’ confirmó el obispo en su cuenta de Twitter la mañana de este lunes 23 de abril.
Báez ha sido uno de los denunciantes más firmes de los atropellos del gobierno nicaragüense casi desde el principio. Intelectual, como es, jamás se dejó llevar por las prebendas que, según sospechan muchos, el Estado ofrece a los sacerdotes en diferentes parroquias de Nicaragua.
A varios sacerdotes se les suele ver defendiendo las medidas gubernamentales en la televisión oficial. Sí, por muy insólitas que parezcan.
Bismarck Carballo, párroco de una iglesia local, defendió los llamados paquetazos al seguro social. ‘El Seguro Social para poder dar cobertura al sector que involucra a las madres de Héroes y Mártires y víctimas de guerra, tiene que reformar las cuotas, en tanto para que los empresarios también cumplan con la obligación de dar su aporte para el bien social del país. Considero que las reformas son para que todos aportemos algo en beneficio de las mayorías, los más pobres, y tratar de encontrar una manera de vivir con dignidad’ declaró el cura al medio digital sandinista el19digital.
Hasta el cierre de este reporte, la cifra de muertos pasaba de 30, aunque aún no hay números oficiales por parte de las autoridades.
Sea cual sea la solución que planteará el ejecutivo a la grave crisis política y social, la ola de protestas podría llevar a Ortega a, finalmente, realizar reformas profundas en el débil sistema democrático nacional. Una cosa es segura, Nicaragua se le reveló.
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