El sepulturero del Cementerio General de San Vicente de Cañete se negó a enterrar a un muerto porque los deudos lo había traído demasiado tarde y su horario de trabajo ya había concluido.
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El cuerpo debía llegar a las dos de la tarde pero llegó a las cinco, tres horas después. Los familiares dijeron que no pudieron llegar antes porque no podían acelerar el paso y por culpa de los semáforos.
Los deudos comenzaron a exaltarse y reclamaron mostrando la boleta de pago para exigir que su difunto sea enterrado. Cuando comenzaban a perder el control llegó la Policía.
Al sepulturero no le quedó otra que enterrar el cadáver y hacer horas extras.
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