Fuente: Mongabay Latam / Autor: Eduardo Franco Berton (RAI)
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Cae la noche en las pampas chaqueñas. Bajo la penumbra de un cielo completamente estrellado y en medio del orquestado sonido de millares de insectos, vislumbramos la silueta de un par de zorros que se acercan sigilosamente a nuestro campamento. Luego del avistamiento, Tomasito, el guía guaraní que nos acompaña, respetuoso de su cultura y costumbres ancestrales, me pide amablemente algunas hojas de coca y cigarros que llevo conmigo. Los ofrecerá al Kaa Iya (el espíritu guardián del monte, en lengua guaraní) como ofrenda y modo de pedirle permiso por la expedición en la que partiremos al amanecer.
A la mañana siguiente, salimos tras los rastros de algunos de los últimos guanacos o Guazukakas (en lengua guaraní) que habitan el Gran Chaco boliviano.
Tomás Martínez es un hombre bien pequeño, pese a sus 40 años de edad tiene la estatura de un niño de 12, con una altura aproximada de metro y medio. Se autodenomina ‘Tomasito’ y casi siempre, antes de comenzar a hablar, esboza una peculiar sonrisa. Él es responsable de recursos naturales de la Capitanía Alto Isoso, uno de los seis distritos que tiene el municipio indígena de Charagua, ubicado al sur del Departamento de Santa Cruz, en la ecorregión del Chaco. Charagua es el primer municipio indígena de Bolivia y también el más grande que tiene el país. Este vasto territorio es considerado como la Ivy Maraei (Tierra sin mal) para el pueblo guaraní, en homenaje a la lucha del poblado y la memoria de sus ancestros y líderes. También es hogar de una población estimada de 100 a 200 guanacos (Lama guanicoe) que habitan la llanura chaqueña, según estudios de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS), una especie que se encuentra en peligro crítico de extinción en el país a causa de la fragmentación y pérdida de su hábitat.
Vamos recorriendo la pampa chaqueña por un lugar al que los indígenas llaman Isla desierto. El calor abrasador y las características de la vegetación hacen una alusión casi perfecta a su nombre. Tomasito se detiene un momento a contemplar en silencio un ejemplar del cactus caraparí en el que se observan varios pedazos faltantes.
‘Estos son mordiscos hechos por los guanacos. Este cactus de caraparí forma parte de su alimento natural. Les gusta mucho, y además es una de sus fuentes de consumo de agua’, nos explica apasionadamente.
El guanaco es diurno y pasa la mayor parte del día consumiendo las hojas de algunas plantas de la región, por medio del pastoreo y ramoneo. Estudios confirmaron que se alimenta de 53 especies de plantas, aunque algunas con mayor frecuencia, como Urvillea chacoensis, Ximenia americana, Celtis chichape, Angelphyton pseudosilphioides y Aristida mendocina.
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Unos metros más adelante, Tomasito se agacha y comienza a inspeccionar algunas huellas y heces que se encuentran en el suelo. ‘Son de guanacos que han estado circulando por esta zona’, dice al momento de colectar las muestras en una bolsita verde que saca de su bolsillo, lo que presentará luego como evidencia a los líderes guaraníes de su Capitanía. Los rastros se encuentran alrededor de una especie de letrina natural a la que estos animales recurren regularmente, según nos explica.
Tomás Martínez es uno de los parabiólogos (investigadores especializados en biología que no han recibido instrucción universitaria, pero que desarrollan la labor de un biólogo de campo) que formó parte de los diversos equipos de estudio de la especie y que fueron capacitados en cuanto al conocimiento y conservación del guanaco como parte de un programa que fue desarrollado por WCS. Entre los investigadores líderes de este programa estuvo la reconocida bióloga boliviana Erika Cuéllar, cuyos esfuerzos por conocer la biología, ecología y situación general de este camélido entre 1998 y el 2014 le valieron dos reconocimientos internacionales: el premio Whitley Fund for Nature y el Rolex Award for Enterprise.
En un simposio de exploración de la National Geographic en 2013, Cuéllar explicó que los parabiólogos tuvieron una formación intensiva de varios meses y más de 800 horas, tanto teóricas como prácticas. Por esto, la bióloga indicó que estos técnicos, quienes son en su mayoría de origen guaraní, tienen la capacidad de tomar decisiones en los momentos indicados en torno al manejo y conservación de la vida silvestre chaqueña, entre ellos, el guanaco.
Un camélido en peligro crítico El guanaco es un mamífero que pertenece a la familia de los camélidos, tiene la cabeza fina con orejas largas que terminan en punta. El color de su pelo —relativamente corto— es marrón. Este animal puede medir hasta dos metros de altura y tiene un peso corporal que va desde los 48 hasta los 140 kilogramos.
Dada a su amplia distribución en la región sudamericana, que va desde Perú hacia las laderas central, oriental y occidental de los Andes, a través de la parte norte del Gran Chaco y por la planicie patagónica hasta Tierra del Fuego, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), lo ha declarado en estado de preocupación menor (LC). No obstante, las variaciones de sus poblaciones y el nivel de amenaza cambian según cada país. En Bolivia la especie está categorizada En Peligro Crítico por el Libro Rojo de la Fauna Silvestre de Vertebrados de Bolivia (2009). Esto se debe a que existen poblaciones relictuales y aisladas que sufren por la fragmentación y pérdida de su hábitat.
La revisión científica ‘El guanaco en el Gran Chaco boliviano’, que tiene entre sus autores a la bióloga de conservación Erika Cuéllar, afirma que en Bolivia los guanacos están restringidos a parches de sabanas chaqueñas, que son localmente conocidas como pampas. Los datos afirman que la población de guanacos de Bolivia está potencialmente ligada a otra pequeña en Paraguay, que se encuentra en el Parque Nacional Medanos del Chaco, donde la especie fue redescubierta en el año 2004.
Para Huáscar Azurduy, quien es biólogo evolucionista, en el Gran Chaco se pueden encontrar grandes ganadores de la carrera evolutiva que se ha dado en el planeta, y el guanaco es uno ellos. Azurduy sostiene que esta especie tiene una historia de más de 20 millones de años. ‘Muchas especies se han extinguido a lo largo de esos años. Pero el guanaco es un sobreviviente. Entonces, si esta especie se extingue, estaríamos perdiendo una parte de la identidad del Chaco’, manifiesta el biólogo.
Los guanacos tienen una capacidad de adaptación para hábitats como desiertos, pastizales, matorrales, sabanas y bosques, pero prefieren los ambientes relativamente abiertos y lugares con baja cobertura vegetal, donde dominan los pastizales, especialmente en la época reproductiva, cuando son más vulnerables a los ataques de depredadores.
Por su parte, estudios moleculares reconocieron la existencia de dos subespecies de guanacos: Lama guanicoe cacsilensis, que reconoce a las poblaciones peruanas, y Lama guanicoe guanicoe, que vienen a ser el resto de las poblaciones, que incluye a las poblaciones chaqueñas.
En Bolivia este camélido está protegido por los decretos Nº 22641 de 1990 y el N° 25458 de 1999, que declaran la veda general indefinida para el acoso, la captura, el acopio y acondicionamiento de animales silvestres. De similar manera, el artículo 110 de la Ley N° 1333 del Medio Ambiente dispone una sanción de hasta tres años para las personas que cacen la fauna silvestre boliviana.
Amenazas principales El Gran Chaco Americano es el mayor bosque seco continuo de América del Sur. Este bioma de un millón de km2, se extiende por los territorios de Argentina, Paraguay, Bolivia y Brasil, e incluye un mosaico de pastizales, sabanas, bosques abiertos y bosque espinoso Xéricos que lo hacen la segunda región boscosa más extensa de América Latina, después de la Amazonía.
Los distintos usos del suelo que dejan las diferentes prácticas humanas, como la ganadería y los cultivos agrícolas, han modificado la forma del paisaje chaqueño durante largo tiempo, promoviendo una serie de disturbios que han hecho desaparecer a las poblaciones de guanacos.
En el pasado, la cacería de este animal fue frecuente y se constituyó en uno de los factores que disminuyó su población de manera drástica. Pero esfuerzos de investigación y conservación entre los años 2000 y 2009 realizados por la WCS y la Capitanía del Alto y Bajo Isoso, que es la organización indígena guaraní, generaron un cambio en el conocimiento y conciencia local. Por ello, esta actividad fue prácticamente reducida en el 2001 gracias a la participación de los dueños y encargados de las estancias ganaderas, y habría quedado restringida a cazadores foráneos ocasionales.
Según Crescencio Aranbisa, un técnico guaraní encargado del tema productivo en la Alcaldía de Charagua, anteriormente la cacería del guanaco era algo frecuente debido a la expansión ganadera que tuvo lugar en el municipio. ‘Antes lo cazaban en los puestos ganaderos, ya que este animal es bien curioso, cuando uno se le aproxima, este también se acerca’, afirma al momento de explicar que los nativos del lugar no acostumbraban cazarlo.
Hoy en día los estudios afirman que el guanaco chaqueño está en peligro crítico a causa de la pérdida de su hábitat natural y la fragmentación de su ambiente causada por los alambres de las propiedades rurales ganaderas, donde se practica la ganadería extensiva. En este tipo de práctica, el ganado se alimenta de las plantas silvestres a través del ramoneo o pastoreo, dependiendo si el ambiente es de bosque o pampa.
Para Nicasio Ramón, unos de los guardaparques más antiguos que tiene el Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) Kaa Iya del Gran Chaco —que con 3,4 millones de hectáreas es una de las áreas protegidas más grandes de Sudamérica y que comprende una pequeña porción del hábitat del guanaco— las poblaciones de esta especie han quedado aisladas por una serie de verjas de las estancias ganaderas existentes justo en el límite del parque.
‘Lastimosamente, los guanacos no pueden saltar estos alambrados y esto les pone presión’, indica el guardaparque de origen guaraní a Mongabay Latam.
Las investigaciones indican que la zona con el mayor rango de distribución de guanacos se encuentra en su mayor parte al borde del emblemático Parque Kaa Iya, lo que deja a esta especie vulnerable ante las perturbaciones sobre su hábitat, y al mismo tiempo desprotegida legal y físicamente, y sin una gestión apropiada para su conservación.
Según los investigadores, probablemente esta sea la amenaza actual más importante que enfrenta la especie. Esto se debe a que las cercas alambradas de las estancias ganaderas, así como las subdivisiones que existen al interior de estas para el establecimiento de potreros, separan permanentemente a los guanacos, los que quedan atrapados indefinidamente sin poder atravesarlas, afectando su posibilidad de reproducción y el desenvolvimiento de su comportamiento natural.
Al transitar esta zona con Tomasito, observamos los distintos tipos de alambrados que utilizan las propiedades ganaderas. Algunos se encuentran oxidados y en estado precario, otros llevan las habituales seis hebras que comúnmente se utilizan, pero también están algunos alambrados nuevos, muy bien tensados y que llevan 10 hebras. Estos últimos, según los estudios, son los que se constituyen en barreras altamente perjudiciales para la especie y otros mamíferos grandes que no pueden cruzarlos, dado que por la cantidad de hebras se han convertido en barreras infranqueables muy difíciles de atravesar para la fauna.
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