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“El futuro de la Villa”, por Jorge Sánchez Herrera

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Jorge Sánchez Herrera – Nómena Arquitectura Arquitecto/Urbanista jorge@nomena-arquitectos.com

La semana pasada, la empresa chilena Besco se adjudicó la construcción de la Villa Panamericana. Las noticias han girado en torno al concurso público para su construcción: plazos, precios, experiencia y nacionalidad de los postores. Muy poco se habla sobre su diseño.

El domingo 3 de setiembre, un reportaje del programa Cuarto Poder mostraba imágenes de la futura villa, que ya se construye sobre el Parque Zonal 26 de Villa El Salvador. Serán siete torres de 20 pisos cada una, dispuestas libremente sobre un gran parque. Cada torre tendrá 160 departamentos de 70 m2 y tres dormitorios, que serán acondicionados temporalmente para albergar deportistas en cuatro habitaciones dobles, durante las dos semanas de juegos; luego serán puestos a la venta. Leído así no suena tan mal, ¿no?

Ya he escrito sobre la responsabilidad de organizar unos Juegos Olímpicos o Panamericanos. El problema mayor no radica en las dos semanas del evento, sino en el legado que la mayoría de veces termina siendo un inmanejable elefante blanco para las ciudades. A la vista están los escenarios abandonados en Atenas, Beijing y Río. La Villa Panamericana de Guadalajara no se puede utilizar, aun cuando sus Panamericanos terminaron hace más de seis años. Pero también hay villas a las que les va mucho mejor: el clásico ejemplo de Barcelona 92 o los más recientes de Londres y Toronto, aunque aún es muy temprano para juzgar a los dos últimos.

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Pero volvamos a nuestra villa. Dejando de lado el hecho de que se construye sobre un parque, para lo cual estamos tarde, hablemos del planteamiento. Pareciera que aquí tenemos una obsesión con los modelos de planificación urbana del siglo pasado; no solo en términos de transporte urbano con el auto como prioridad, sino también en cómo hacemos vivienda.

Las imágenes mostradas parecen sacadas de algún álbum de 1950. Un futuro condominio de torres monofuncionales con departamentos de un solo tamaño (y por tanto precio), lo cual limitará no solo el tipo de usuario -familias con dos hijos-, sino también su nivel socioeconómico. Torres sin alguna relación física con el parque que las circunda. Con un centro comercial al frente que será el único destino de esparcimiento cercano para sus habitantes y un barrio alrededor con el cual -por su forma tipo enclave- le será muy difícil integrarse.

Es decir, la receta perfecta para el fracaso. Conjuntos de vivienda como ese hoy languidecen o se demuelen en el mundo. Barcelona, Londres y Toronto entendieron los juegos más bien como una oportunidad para regenerar la ciudad y utilizaron la villa como su instrumento. Barrios de uso mixto con viviendas y colegios; oficinas y comercios en los primeros pisos para fomentar la vida intensa en las calles, que forman manzanas de distintos tamaños y que tienen edificios de distintos tamaños también. Así repartieron el diseño y la construcción en distintos arquitectos y constructores, reduciendo el riesgo y multiplicando las ideas. Los edificios tienen departamentos de distintos tamaños (y por tanto precios) para promover barrios heterogéneos en términos socioeconómicos, apostando así por su sostenibilidad en el futuro. Apostaron por el futuro en lugar del ahorro, por los barrios en lugar de los guetos.

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