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POR VERÓNICA KLINGENBERGERPeriodista@vklingenberger
La religión no debería ser enemiga de la comunidad LGTBI. Muchas instituciones religiosas han mostrado su apoyo y compromiso por los derechos de esta minoría. A algunos de ellos, jóvenes cristianos por cierto, hasta los he visto marchar en Lima. Sin embargo, todavía son muchos los que señalan pasajes del Antiguo o Nuevo Testamento cuando se quedan sin argumentos que expliquen su odio o miedo hacia dicha comunidad. Nuestro Congreso no está libre de ellos, por cierto, y ahí está el problema más serio: muchos proyectos de ley que buscan garantizar los derechos individuales son truncados por las creencias personales de algunos congresistas que encuentran en los textos sagrados el mejor refugio para su intolerancia. No soy yo, es mi Dios, dicen. Nada más falso.
Pongamos por ejemplo la Biblia. Los textos que la componen, escritos por distintos autores a lo largo de lo que se calcula fueron unos 1000 años (entre el 900 a.C. y el 100 d.C.), subrayan en el Antiguo y Nuevo Testamento, buenos y malos comportamientos que hoy son considerados arcaicos e irrelevantes, al menos por cualquier persona sensata. Para decirlo de otra manera: la próxima vez que Martha Chávez o Carlos Tubino se escuden en la Biblia para defender su propio odio hacia la comunidad LGTBI, habría que recordarles que el mismo libro que usan para argumentar su discriminación cuenta con pasajes igual de duros hacia las mujeres (considerada como mera propiedad del hombre), hacia la mayoría de etnias (en el Deuteronomio, Dios manda a los israelitas a exterminar cualquier grupo étnico que no sea el suyo), y hacia cualquier hereje que se atreva, por ejemplo, a tocar o comer chancho. Según la Biblia, medio Mistura debería ser asesinado a pedradas. Sé lo que muchos lectores religiosos están pensando mientras leen estas líneas: hay que saber interpretar estos versos y hay que estudiar bien su contexto para descubrir el verdadero mensaje. Entonces, ¿por qué solo leer de forma literal aquellos pasajes que se refieren al comportamiento homosexual?
La religión será el último refugio de la intolerancia. Pero felizmente, no todos los religiosos se han quedado en la prehistoria. En muchas partes del mundo, casi siempre las más educadas y desarrolladas, conviven religión y derechos gay de manera pacífica y tolerante. Hasta el Papa ha declarado, hace tan solo unos días, que la Iglesia debería pedir perdón a todos los gays del mundo por tantos años de persecución y odio. Por otro lado, cada vez hay más publicaciones (lamentablemente aún muy pocas en castellano) que ofrecen una lectura más compleja y moderna de los libros sagrados: Changing Our Mind, de David Gushee, un cristiano evangélico que dicta Ética Cristiana en la Mercer University que reconoce haber estado equivocado y da pistas a sus lectores para despojarse de prejuicios y aceptar el amor en todas sus formas. Otras: Does Jesus Really Love Me?, de Jeff Chu; Bible, Gender, Sexuality: Reframing the Church’s Debate on Same-Sex Relationships, de James Brownson y God and the Gay Christian, de Matthew Vines, publicado en el 2014, con ventas considerables. A ver si alguna editorial local se anima a traducirlos.
En nuestro país, los derechos de la comunidad LGTBI por fin empiezan a importarle a personas que no forman parte de dicha comunidad. Esa es la gran lucha de nuestro tiempo (como lo fue la lucha por los derechos de la mujer o de los afroamericanos hace apenas unas décadas) y la gente empieza a entenderlo. Por eso, este sábado me gustaría ver a amigos y familiares heterosexuales en la Marcha por el Orgullo Gay. Necesitamos hacer visible su interés por una minoría a la que seguro pertenece alguien a quien aman. Vayan por esa persona. Las marchas de Londres, Nueva York, Madrid, DF, Buenos Aires están repletas de personas heterosexuales felices, tolerantes, solidarias, seguras de su sexualidad. Cuánta falta hacen en Lima y en otras ciudades del Perú. Muchas empresas peruanas ya empezaron a sacudirse de miedos y prejuicios y eso se celebra y se agradece. Ahora le toca a la gente. No te quedes atrás porque el mundo nunca espera a los necios: se abre paso nomás.