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¿Residencial o Multiuso? [OPINIÓN]

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Jorge Sánchez Herrera – Nómena ArquitecturaArquitecto/Urbanistajorge@nomena-arquitectos.com

Vivo en Miraflores, en el barrio de Santa Cruz, y tengo la suerte de trabajar a una cuadra de mi departamento. Además, con mi esposa tenemos todos los servicios que necesitamos a menos de siete minutos a pie. Hay varias bodegas y un par de farmacias que siempre vienen bien. También hay varios cafés, por si el desayuno quedó corto, y parece que cada día abriera un bar o restaurante nuevo. La peluquería de mi esposa está a tres cuadras, y mi sastre, a dos. Uno de nuestros vecinos es un ocupado mecánico que mantiene nuestras bicicletas y, aunque no tenemos perro aún, hasta veterinaria tenemos.

Cada día valoro más el hecho de no tener que gastar ni mi plata ni mi tiempo en moverme para hacer mi vida diaria, porque lamentablemente, entiendo que somos pocos los limeños que podemos darnos este ‘lujo’. Una encuesta publicada por Ipsos el año pasado señalaba que los limeños pasamos 1 hora y 45 minutos diarios en algún sistema de transporte, gastando unos 6,20 soles, en promedio.

A estas alturas, deben ser pocas las ciudades en el mundo que no trabajan en pro de una ciudad compacta y multifuncional, pues sus beneficios han sido ampliamente discutidos. Una ciudad compacta consume menos suelo urbano, gastando menos energía y recursos en que todos sus habitantes dispongan de la infraestructura y servicios necesarios para vivir. Como el agua y desagüe o sistemas de transporte público, por ejemplo. Como complemento, una ciudad multifuncional promueve una diversidad de usos en sus barrios para evitar que sus residentes tengan que subirse al auto o tomar un bus cada vez que necesiten de un servicio. Pero también para permitir que las calles estén ocupadas durante una mayor cantidad de horas, y así generar la suficiente intensidad para que la vida en la calle sea no solo más agradable, sino también más segura.

Creo que hoy pocos podrían estar en desacuerdo con una ciudad así, pero por alguna razón, en Lima se sigue promoviendo un modelo de ciudad con usos diferenciados. A todos nos gustaría tener un café bonito en la esquina, pero pocos quieren permitir comercio en su barrio. A nadie le gusta que los niños y jóvenes pierdan horas en llegar a su colegio o universidad, pero que levante la mano quien quiere un colegio cerca. A todos nos gustaría trabajar en la calle del frente, pero, a ver, intenta conseguir una licencia de funcionamiento.

Las municipalidades distritales siguen este modelo de ciudad en buena parte porque sus habitantes así lo demandan, pues ante el menor intento por cambiarlo siempre aparecerán los populares carteles: ‘No al cambio de zonificación’, ‘conservemos la residencialidad del distrito’ o ‘no a tal o cual local comercial’. Pero claro, cuando viajamos a todos nos gustan las calles de Buenos Aires, Barcelona o Nueva York. Pero por aquí no, gracias.

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