PUBLICIDAD
POR VERÓNICA KLINGENBERGERPeriodista@vklingenberger
Hay vidas que cobran sentido en tan solo un minuto. Una de ellas es la de Fernando ‘Popy’ Olivera, protagonista de una de las rivalidades políticas más largas y célebres de nuestra historia reciente.
El domingo pasado, todos fuimos Popy. Bueno, todos menos ese porcentaje menor de peruanos que se creyeron eso de que Alan García representa el voto seguro. Pero la persecución política de Popy a Alan empezó hace muchos años, allá por 1985, cuando García se las ingeniaba para convertirse en uno de los peores presidentes de nuestra historia.
Olivera, por ese entonces, no era Popy, era un chico barbudo de 28 años que acababa de ser elegido el parlamentario más joven de la lista del Movimiento Independiente Convergencia Democrática. Cómo olvidar esa sesión del Pleno, con la que Olivera empezó a ganar notoriedad: en ella insinuó que el entonces ministro de Pesquería, Rómulo León Alegría, tenía cuentas secretas en bancos extranjeros. Qué cierto eso de que la historia se repite como un disco rayado. La intervención de Popy terminó en trifulca, con un indignado y matonesco Rómulo haciendo el ademán de sacarse el saco e intentando tomar del cerquillo al joven diputado. Ya sabemos lo que vino después.
En 1990, Olivera fue elegido presidente de la comisión del Congreso que debía encargarse de investigar las propiedades del presidente Alan García. Fue por esos años que ocurrió la famosa desaparición de su maletín en pleno hemiciclo y de los documentos clave en la investigación.
La única vez que vi a Fernando Olivera no me dejó una buena impresión. Fue hace más de 10 años, en Barcelona, cuando todavía era embajador del Perú en España. Junto con una amiga fotógrafa, lo esperamos en un hotel del centro, para hacerle una entrevista. No recuerdo mucho lo que hablamos, pero sí el momento exacto en que Popy encendió un cigarro aun cuando nosotras no habíamos terminado de desayunar. De hecho, la entrevista terminó segundos después de que el embajador (¡!) apagara su pucho en mi plato, junto a un pedazo de cachito que no tenía intenciones de dejar ahí.
PUBLICIDAD
Pero Popy es Popy, y más allá de su estilo y ‘excesos’ (falsificar cartas dirigidas al Papa, agredir a periodistas, etc.), le debemos uno de los destapes más importantes de nuestra historia. El 14 de setiembre del 2000, junto con el entonces también congresista del FIM Luis Iberico, Popy mostró a los peruanos un video en el que aparecía Vladimiro Montesinos sacando 15 mil dólares de su bolsillo para dárselos a Alberto Kouri. El objetivo del siniestro ‘Doc’ era el traspase de Kouri de Perú Posible al fujimorismo. Ese fue el primer vladivideo. Y con él empezó el fin del régimen fujimontesinista.
Eso, y ese momento memorable que empezó con un ‘usted no me es indiferente, doctor García’, justifican plenamente que hace apenas dos días, un grupo de jóvenes lo alzara en hombros en la marcha contra la candidatura de Keiko Fujimori. ‘¡Popy! ¡Popy!’, gritaban, mientras él sonreía, seguramente pensando en su sentencia final a Alan: ‘Por todo el daño que le ha hecho al Perú, yo vengo aquí a notificarle que el 28 de julio usted no podrá volver a fugarse otra vez del país y será juzgado por la nueva justicia’. Gracias, Popy.