Prisioneros españoles también fueron testigos, o protagonistas, de canibalismo. Se dice que en Rusia la práctica fue común, y que incluso se vendió carne humana en mercados.
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Los británicos encerrados en campos de concentración nazis soportaron torturas por parte de la policía secreta del régimen de Hitler (Gestapo) e hicieron frente a un “extendido canibalismo” entre los prisioneros, según unos documentos escondidos cinco décadas.
Los Archivos Nacionales del Reino Unido publicaron hoy 900 solicitudes para recibir ayuda económica que las víctimas británicas de la persecución nazi hicieron llegar al Gobierno del país durante la década de 1960.
Uno de los documentos más llamativos es el Harold Le Druillenec, el único superviviente británico del campo de concentración de Bergen-Belsen, en Baja Sajonia (Alemania), que narró en su petición los horrores que vivió durante los diez meses que pasó bajo el régimen nazi.
“La ley de la jungla reinaba entre los prisioneros: por la noche o matabas o te mataban y por el día el canibalismo se extendía”, explicó.
Según sus notas, en Belsen “no había comida, ni agua, y dormir era imposible”, mientras que en el campo de Banter Weg (Hamburgo), donde también pasó un tiempo, “la tortura y el castigo” por medio de “golpes, ahogamientos y crucifixiones” era lo normal a todas horas.
¿Canibalismo? en Mauthausen
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También hay registros de versiones de otros prisioneros en campos de concentración nazis que vivieron o vieron algún tipo de canibalismo. Más de 9.000 españoles pasaron por algunos de los campos esparcidos por toda Alemania y Polonia, instalados como campos de trabajo para pasar a ser de exterminio.
Antonio Hernández Marín es uno de ellos, y según consigna el diario Publico.es, la dureza del trabajo y la ridícula alimentación de los prisioneros los llevó a lugares extremos. Así lo registró Hernández en uno de sus cuadernos:
“Nos fallaban las fuerzas y al pasar por detrás de las cocinas encontramos un pequeño envoltorio abandonado al pie de una de las ventanas del crematorio. En su interior había dos metros de intestinos”. “Mira Hernández —me dijo Cebrián— son tripas de cerdo”. Y con ansia dio un bocado en uno de sus extremos. ‘Lo ves, no hay duda, sabe a tocino’. Yo también mordí con hambre. Minutos después la partimos por la mitad y nos saciamos con ella”.
Fue el hambre el que hizo que su cerebro no registrara lo que estaba a la vista: cadáveres humanos abiertos en canal que yacían muy cerca del lugar en el que hicieron su descubrimiento.
“¿Canibalismo? No. ¡Hambre!”, anota Hernández.
En el frente oriental
Es el historiador británico Michael Jones el que se ha encargado de recopilar información sobre hechos acontecidos en el frente oriental de la guerra, donde alemanes nazis y soviéticos protagonizaron crudísimas batallas.
Entre ellas, la más conocida son las de Leningrado y Stalingrado. El sitio nazi a la ciudad de Leningrado duró casi tres años, y el objetivo era hacer desesperar a la población y vencerla por inanición. Jones, en su libro “El sitio de Leningrado, 1941-1944”, relata versiones de víctimas y testigos que vieron cadáveres humanos a los que les faltaban partes, como las nalgas, o la de una niña de 12 años que aseguraba haber sido perseguida por un hombre enloquecido por el hambre, con un hacha en la mano, dispuesto a comérsela.