Más que el bosón de Higgs, la detección de las ondas gravitacionales, que podría ser anunciada el jueves por un equipo internacional de científicos, es considerada como el Santo Grial de la física, porque abre una nueva ventana a la comprensión del Universo y sus fenómenos más violentos.
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La observación de estas ondas, cuya existencia Albert Einstein predijo en su teoría de la relatividad en 1915, será tema de una presentación el jueves en Washington, según un comunicado de la Fundación Nacional de las Ciencias (NSF) de Estados Unidos.
Científicos del Instituto de Tecnología de California (Caltech), el MIT y el LIGO (Laser Interferometer Gravitational-wave Observatory), que trabajan desde hace 15 años en la detección de estas ondas, participarán en la rueda de prensa. Simultáneamente, tendrán lugar conferencias de prensa en el Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS) en París y en Londres.
El anuncio de esta presentación el jueves alimenta los rumores que circulan desde hace varias semanas en la comunidad científica, según los cuales los equipos del LIGO lograron detectar estas ondas por primera vez.
Las ondas gravitacionales son producidas por ligeras perturbaciones en el tejido del espacio-tiempo debido al efecto del desplazamiento de un objeto de gran masa, como agujeros negros o estrellas de neutrones.
Esta teoría propuesta por Einstein se puede comparar a las ondas que se forman en el agua cuando se lanza una piedra, o bien a la deformación de una red en la que uno posa un pie. En esta imagen, la red sería el espacio-tiempo.
Según estos rumores, fue gracias a la observación de la colisión y fusión de dos agujeros negros que se hizo tal descubrimiento.
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La versión en línea de la revista científica estadounidense Science citó a Clifford Burgess (un físico de la Universidad McMaster en Hamilton, Canadá, y también miembro del Instituto Perimeter de Física Teórica), según quien el rumor es verosímil aunque no ha tenido acceso a los documentos de LIGO.
La posibilidad de observar las ondas gravitacionales, que son muy tenues a una escala microscópica, abriría una nueva ventana hacia fenómenos astronómicos que aún son un misterio: el colapso gravitacional de estrellas masivas, la fusión de dos estrellas de neutrones y fenómenos asociados a los agujeros negros, que a menudo se hallan en el centro de las galaxias.
“La gravedad es la principal fuerza del Universo” y sus efectos sobre el espacio-tiempo produce ondas gravitacionales que se propagan por todo el cosmos”, explicó a la AFP Tuck Stebbins, jefe del laboratorio de Astrofísica Gravitacional de la NASA.
Período revolucionario
“Si se pueden detectar estas ondas, entonces sería posible remontarnos al primer milisegundo del Big Bang”, estimó Stebbins, al considerar que “la humanidad no tiene otra manera de ver el origen del Universo”.
Según este astrofísico, “ahora estamos en el umbral de un período revolucionario en nuestra comprensión del Universo”, porque la capacidad de detectar estas ondas permitiría acceder a una nueva dimensión de observación que actualmente se limita a la detección de la luz emitida por los diferentes cuerpos celestes.
Catherine Nary Man, una de las responsables del Observatorio de Côte d’Azur, en Francia, explica que la detección de estas ondas puede resolver el misterio de los rayos gamma, que son una de las explosiones más poderosas del Universo y cuyo origen aún es un misterio.
“Ahora ya no se observa el Universo con telescopios ultravioleta o de luz visible, sino que se escuchan los sonidos producidos por los efectos de la gravitación de los cuerpos celestes sobre el tejido del espacio-tiempo, y que pueden venir del corazón de las estrellas o de agujeros negros”, dijo a la AFP.
“Y como la estrella o el agujero negro no detienen estas ondas que se desplazan a la velocidad de la luz, ellas llegan a nosotros y podremos entonces crear modelos para distinguirlas y detectarlas”, predijo.
El descubrimiento en 1974 de un púlsar y de una estrella de neutrones fue una prueba indirecta de la existencia de las ondas gravitacionales. El hallazgo le valió a Russel Hulse y Joseph Taylor el premio Nobel de física en 1993.
El LIGO creó dos detectores idénticos de ondas gravitacionales de varios kilómetros de largo, equipados con interferómetros (que miden interferencias). Uno de estos detectores está en Livingston, en Luisiana (sur de EEUU) y el segundo en Hanford, en el estado de Washington (noroeste).
El equipo de científicos del LIGO trabaja en estrecha colaboración con el del detector franco-italiano Virgo, ubicado cerca de Pisa, en Italia.