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Licencia para dudar (OPINIÓN)

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VERÒNICA KLINGENBERGER

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Debería existir un app capaz de convertir el pensamiento más asertivo en una pregunta bien formulada. De repente, así el mundo dejaría de ser un lugar tan polarizado. Corrijo: de repente, así el mundo visto a través del lente de las redes sociales dejaría de ser un lugar tan polarizado. O no sé.

De repente, las dos cosas. No digo que esté mal tener una posición clara frente a algo, da igual si el tema en cuestión es Star Wars o una mujer que acaba de ser apresada, pero ¿acaso no es más difícil reconocer la complejidad de cualquier tema cuando solo se lo mira desde un extremo?

Me gusta la gente capaz de decir lo que piensa y argumentar su postura con buenas ideas, así no comparta su opinión. Bueno, no sé si me guste-guste necesariamente solo por eso, pero en todo caso envidio un poco ese don. Y envidio más a la gente que lo hace aun cuando la audiencia a la que se enfrenta tiene una opinión radicalmente opuesta a la suya. Me asombra su valentía y su capacidad de mantener una postura valiéndose de argumentos que puede expresar con claridad.

Lamentablemente, en la mayoría de los casos, yo solo puedo lidiar con cuatro escenarios: estoy de acuerdo contigo y el mundo parece un lugar mejor; no estoy de acuerdo contigo y mejor cambiamos de tema; no estoy de acuerdo contigo, pero mejor no digo nada porque de repente estoy en un almuerzo de trabajo y para qué generar un lío por algo tan irrelevante como mi opinión; y, finalmente, no estoy de acuerdo contigo y lamentablemente me agarraste en mi cuarto de hora (aunque en mi caso sería más justo decir mis tres cuartos de hora) y todo acaba entre alaridos y tiradas de puerta, pero con altas posibilidades de reconciliación. Alguna que otra vez puedo estar en desacuerdo y mantener un debate elevado, pero debo reconocer que es altamente improbable que llegue a un consenso. De repente, esa es la naturaleza del debate y su objetivo es únicamente promover el diálogo y el pensamiento más allá de alcanzar o no un acuerdo. Pero esa verdad resulta demasiado inglesa para mi sangre characata.

Hay un quinto escenario vergonzoso, aunque también tiene algo de apreciable (así de confundida estoy). Tiene que ver con una técnica muy útil que he heredado y a la que he denominado Johnny Two Faces (JTF). Esa técnica corresponde a una visión zen de la vida a la que metafóricamente llamo ‘correr la ola’. No se pueden pelear todas las batallas. Primero, porque no las vamos a ganar y, segundo, porque qué flojera. Entonces, de repente, lo mejor en ciertos casos simplemente es aceptar cualquier disparate que se diga y fingir que estamos de acuerdo, básicamente porque te importa un comino discutir con fanáticos o personas que están cerca de serlo. Un experto en la técnica JTF es capaz de ver el mundo desde todos los frentes y cambiar de posición según el interlocutor que tenga delante. Algunos podrían increpar que en realidad se trata de una mirada benevolente ante la cobardía más extrema, pero creo que ese juicio es apresurado y hace que se pierdan ciertos matices, muy nobles por lo demás.

Aunque muy probablemente también tengan razón.

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Dominar la técnica JTF puede tomar algunos meses, incluso años, así que las preguntas podrían servir a modo de aliciente temporal ante tanta certeza insoportable. ¿No serían un gran antídoto para la opinionitis recalcitrante de estos tiempos? ¿No hay algo sospechoso detrás de tanto convencimiento?

¿No les da un poquito de miedo tanta seguridad?

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