Nicolás es un mono capuchino. Su particularidad: es alcohólico.
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Sus antiguos propietarios, que lo exhibían en una tienda en Santiago de Chile, le hacían beber y fumar cigarrillos.
Cuando llegó al centro de rehabilitación para primates hace 15 años, era completamente dependiente.
‘Cuando llego acá hubo que hacerle todo el tratamiento para alcohólicos que se hace a los humanos, con antidepresivos; y es un tratamiento que lleva tiempo, no es que de un día para otro el no pidiera alcohol’, señala Nicole Rivera, veterinaria en el Centro de Rehabilitación de Peñaflor.
Hay 165 monos que viven en este centro, todos víctimas del maltrato humano: animales de circo, para ensayos de laboratorio o de compañía viviendo encerrados en una casa, ellos vivieron una vida inadecuada para su naturaleza.
Muy a menudo llevan cicatrices: la piel dañada, una mutilación y, para algunos, trastornos psicológicos.
Durante 20 años, esta cuidadora se ha dedica por entero a su rehabilitación. El objetivo: que los primates recuperen los comportamientos propios de su especie.
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‘Aquí los monos aprenden que son monos. Porque cuando están en una casa no son monos, no pueden desarrollar las conductas típicas de la especie. Así que no son monos, y tampoco son niños, entonces son nada. Aquí aprenden con el resto del grupo donde son colocados que ellos son monos’, señala Elva Muñoz, fundadora del centro de rehabilitación de primates Peñaflor.
Hace dos décadas, el tráfico de primates era muy importante en Chile y el centro recibía una treintena de animales por año.
Hoy, el aumento de los controles y la sensibilización del público han dado sus frutos: los monos que ilegalmente ingresan al país son mucho más raros.
Pero la moda de las mascotas exóticas no ha sedido: ella simplemente se enfocó en otras especies.
‘Luego fueron las aves, y dentro de las aves, los loros, luego de los loros comunes pasamos a los guacamayos, tucanes, y ya estamos con aves de origen asiáticos, africanos que es el más común. Pero creo que los últimos 5 años, el top del tráfico apunta hacia los reptiles’, cuenta Carlos Muñoz Quezada, policía de la brigada especializada en delitos contra el medio ambiente.
Una vez rescatados del tráfico de animales casi siempre es imposible reinsertarlos en su ambiente nativo: son incapaces de sobrevivir en la naturaleza, también pueden infectar a sus compañeros con los virus de los animales domésticos.
Como Nicolás, van a pasar el resto de sus días entre estas rejas.