Marc Dorcel, productor y distribuidor de películas porno en Francia, presentó esta semana en el mercado internacional audiovisual de Cannes su primer filme mirar con casco de realidad virtual con visión 3D a 360 grados.
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“Mucha gente busca videos gratuitos en internet, la competencia es enorme”, dice Stéphanie Meyer, responsable en Europa del gigante norteamericano del erotismo Hustler.
Los productores de contenidos “para adultos” a la búsqueda de novedades apuntan ahora a este tipo de filmes de “inmersión”.
Auriculares, anteojos con imágenes: el espectador de Dorcel tiene las mismas vivencias —auditivas y visuales al menos— que el personaje principal, un supuesto director de cine porno que está rodando una escena con Anna Polina, su actriz favorita.
El espectador puede volver la cabeza y ver lo que sucede a su alrededor: a la izquierda, dos chicas se besan, a la derecha, la enfermera ya se está desvistiendo.
Al bajar la cabeza no ve su propio sexo sino el del actor, que en la realidad usó para la filmación una corona de 14 cámaras en la cabeza.
“Al cabo de un minuto, uno se olvida de donde está”, comenta Ghislain Faribeault, vicepresidente de Dorcel.
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Diez veces más caro
“La idea no es mala, pero implica que el espectador disponga del material adecuado. Es para un público limitado”, comenta Nathanael Kalfa, responsable para Europa de otro gigante norteamericano del porno, Penthouse.
Hasta el momento se han vendido pocos cascos de realidad virtual. Realizar la película cuesta diez veces más caro que una producción normal y por lo tanto están destinadas a los fanáticos de la tecnología, según Dorcel.
Pero el productor francés está convencido de que esta inmersión del espectador en la película constituye el futuro del porno. “¿Eres un fan de Anna Polina? Ella se te acerca y te habla”, explica el productor.
En Estados Unidos, Hustler también prepara una película de realidad virtual. Pero el confort del espectador plantea problemas, dado que la 3D tradicional fracasó en el porno a causa de la necesidad de anteojos especiales.
“No me imagino a la gente sentándose en un sofá con este casco bastante pesado” para ver un filme erótico, asegura Stephanie Meyer, a la búsqueda de una solución más confortable.
Penthouse se interroga sobre la necesidad de integrar el espectador a la película. “¿Realmente nos interesa que el espectador se sienta como un actor? A mí me parece más bien frustrante”, asegura Nathanael Kalfa. Pero aclara que está abierto a las nuevas tendencias. Está convencido de que muchos espectadores buscan porno de alta gama más que las crudas escenas disponibles en internet.