Hodan tiene 18 años y vive con su familia en Mogadiscio. Las chicas como ella viven con miedo constante a ser violadas. Según Naciones Unidas, cada año se registran en la capital somalí alrededor de 1.500 casos de violación. Y un tercio de las víctimas tiene menos de 18 años. Ese es el motivo por el cual Hodan acude cada semana a un cercano centro de artes marciales para aprender taekwondo, un deporte de contacto coreano en el que priman las patadas.
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“Empecé a aprender taekwondo el año pasado porque los casos de violaciones son rampantes en la ciudad. Estoy aprendiendo porque quiero defenderme de cualquier asalto sexual”, señala Hodan Abdirahman, alumna de taekwondo.
El centro de entrenamiento de taekwondo abrió en junio de 2014, atrayendo a personas de ambos sexos. Pero ahora se ofertan clases gratis para mujeres como forma de autodefensa.
“Tengo unas diez chicas aquí y les enseño conocimientos de defensa personal que son relevantes para ellas, instruyéndolas en cómo defenderse por sí mismas de los violadores”, señala Ahmed Mohamed, instructor de taekwondo.
Las mujeres somalíes hacen frente a varias amenazas, no solo las violaciones, sino también los matrimonios forzosos y la mutilación genital. La violencia sexual frecuentemente no se castiga, ya que las mujeres que se atreven a denunciarla se arriesgan a ser acusadas de adulterio, condenadas al ostracismo e incluso a que se les imputen cargos criminales.
Pese a que el taekwondo no les puede proteger de mucha de esta violencia, los activistas alaban la iniciativa.
“Creo que las artes marciales para mujeres y niñas son una herramienta muy innovadora. Sabemos que la fuerza es lo que se utiliza para violar a las mujeres y la fuerza a veces viene en forma de armas, pistolas, pero a veces no son esas armas las que se usan para ejercer control sobre las mujeres. Para las mujeres, tener confianza, habilidades, es algo que definitivamente asegura que estarán mejor protegidas”, cuenta Ilwad Elman, directora de Programas y Desarrollo del Centro Elman.
Las clases de artes marciales son solo una de las puntas de lanza contra la violencia sexual. Hará falta mucho más para hacer que adolescentes como Hodan se sientan seguras en uno de los países del mundo más peligrosos para las mujeres.