Juan lleva a sus espaldas más de 600 kilómetros caminando y en autobús. Desde Honduras al sur de México.
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Pero a este adolescente de 16 años aún le queda un largo camino hasta alcanzar su meta: llegar a Estados Unidos.
Está a punto de embarcarse en la parte más peligrosa de su trayecto: subirse a los vagones de la ‘Bestia’, el tren con el que los inmigrantes indocumentados tratan de cruzar el país.
Hace poco, Juan fue deportado.
Era su primer intento.
Pero ya está listo para volver a hacer todo el camino de nuevo, totalmente solo.
‘La verdad que quiero salir para adelante porque quiero salir de mi situación económica con mi familia y la violencia y huyendo de las pandillas, las drogas, todos esto porque si regreso a Honduras me pueden matar, ahí no puedo regresar’, cuenta Juan.
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El pasado año, Estados Unidos alertó de la cantidad de menores indocumentados que viajaban solos a su país.
México respondió con el Plan Frontera Sur, una fuerte persecución a los migrantes que incluye operativos para que no viajen en “La Bestia”, redadas en hoteles, autobuses y hospitales y un aumento de las detenciones.
El número de arrestos de menores en la frontera con Estados Unidos ha caído casi en un 50%.
Pero eso no significa que el problema haya desaparecido.
Más bien se ha desplazado hacia el sur…
‘Ha tenido un impacto bien fuerte en cuanto a hay muchos resguardos. Entre más operativos hay, hay mucho más aseguramientos, por ende, hay más retornos’, señala Mario Padilla, vicecónsul de Honduras en Tenosique.
Entre enero y mayo, las deportaciones de menores migrantes centroamericamos aumentaron un 20%. Pero los críticos aseguran que las detenciones no evitarán que los jóvenes sigan emprendiendo este camino.
‘La crisis anunciada, en torno a la migración infantil, solamente fue un anuncio, acciones de control de freno de la migración, pero no hubo ninguna solución estructural al problema de fondo, la gente sigue pasando y los niños por supuesto siguen migrando’, señala Padre Tomás González, fundador del albergue para migrantes ‘La 72’.
A sus 15 años, Anthony dice que está preparado para enfrentarse a pandillas, palizas o incluso el riesgo de caerse de La Bestia si eso significa , finalmente, llegar a los Estados Unidos.
Para él, el viaje es menos peligroso que la vida en su Honduras natal.
‘Hay gente que sí, la mayoría de los jóvenes se dedican a eso. Ganan más dinero y no trabajan, vida fácil, pero es arriesgada y mejor arriesgarse aquí que allá. Esta perro ahí las maras, y si no haces lo que dicen ellos te mandan a matar’, cuenta Antony.
Para Juan, su camino termina antes de lo esperado.
Una redada de la policía a pocos kilómetros de subirse a La Bestia truncó de nuevo su sueño.
Al menos, hasta el próximo intento…