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Otro banco suizo (Opinión)

Este jueves se inaugura, Art Basel, la feria de arte cuyas obras en conjunto están valorizadas en más de US$3 mil millones que nos demuestra que el arte es un negocio más que rentable

- A visitor watches on June 17, 2015 an artwork by US sculptor Robert Gober entitled "Ear with Axe" on the preview day of Art Basel, the world's premier modern and contemporary art fair which will take place from June 18 to 21 in Basel. AFP PHOTO / FABRICE COFFRINI RESTRICTED TO EDITORIAL USE, MANDATORY MENTION OF THE ARTIST UPON PUBLICATION, TO ILLUSTRATE THE EVENT AS SPECIFIED IN THE CAPTION (FABRICE COFFRINI/AFP)

VERÓNICA KLINGENBERGER

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Hoy se inaugura Art Basel, la feria de arte que atrae a los coleccionistas más ricos del mundo. En su edición 45, las obras más caras se vuelven a concentrar en Basilea, Suiza.

Si sumaramos las paredes de sus 320 stands llegaríamos a sumar unos 3,000 millones de dólares. ¿Quién dijo que no se puede vivir del arte? Pero para llegar a las grandes ligas hay que amasar una buena fortuna.

El stand promedio en Art Basel cuesta 80 mil dólares, lo que explica por qué las galerías que participan ahí apuntan toda su artillería hacia los peces gordos. El pequeño coleccionista no tiene oportunidad alguna. El mediano tampoco. Las obras son muy, muy caras, y se concentran sobre todo en el arte moderno, debido al resultado de las subastas más recientes. Hace apenas un mes, el cuadro ‘Les femmes dÁlger (Version ´O´), de Pablo Picasso, se convirtió en la obra subastada más cara de la historia. Se vendió en 179.36 millones. El arte contemporáneo no corre la misma suerte en estos días y a algunos les alegrará la noticia.

Pero ¿cómo se tasa una obra de arte? ¿Quién regula su valor? Hace algunos meses, el agente del mediocampista francés Paul Pogba, comparó al futbolista de la Juventus con un cuadro de Vincent Van Gogh. La comparación, que se estampó con gracia en la mayoría de las portadas de la prensa italiana, fue atrevida y acertada.

El valor económico de una obra de arte es, básicamente, un ejercicio de imaginación sin límites. El pricing no sigue ningún cuadro estadístico. No hay lógica matemática detrás. Pero aún así podemos entender (incluso los que somos verdaderamente malos en matemática) que un Van Gogh es tan valioso como la cifra más astronómica que se te ocurra. Y también podemos sospechar que puede valer aún más. Ahí esta la gran jugada de Mino Raiola, el agente de Pogba. Su apuesta fue contundente sin necesidad de caer en el burdo trámite de hablar de plata. Lo mismo pasa con las grandes obras de arte moderno.

El comercio de arte contemporáneo es aún más curioso, por decir lo menos, teniendo en cuenta que es uno de los negocios menos transparentes y regulados el mundo. Y las fortunas que mueve lo ponen cada cierto tiempo en la mira de economistas suspicaces. Ahí están las célebres investigaciones publicadas por el economista Don Thompson quien tuvo acceso a los coleccionistas, distribuidores y subastadores más poderosos del mundo. También se codeó con los curadores y organizadores de ferias de arte más influyentes del mundo occidental. Busca sus libros en Amazon, son divertidos y reveladores. Y quizás te dé una buena lección de ventas.

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A sus 46 años, Art Basel se ha convertido en una enorme y valiosísima bóveda a la que se puede ingresar durante cuatro días. De las 90 mil personas que la visiten este año (y ojo que la feria ya tiene ediciones en Hong Kong y Miami donde vende otros miles de millones) solo un porcentaje microscópico tendrá la posibilidad de comprar algo. La estrategia las galerías más poderosas del mundo es siempre la misma: apostar por obras que les aseguren un retorno millonario. Para decirlo de otra manera, los precios son parte del show.

Cuando todo acabe, muchas de las obras (y hablamos de artistas como Max Ernst, Joan Miró, Marc Chagall y el propio Picasso) volverán a encerrarse en alguna caja fuerte de oriente u occidente, y permanecerán ocultas al mundo hasta que sus dueños consideren que es un buen momento de ponerlas nuevamente a la venta. Pero al menos, la mayoría de visitantes -sobre todo los que no cuentan con la tarjeta negra VIP First Choice (reservada para grandes coleccionistas que esperan su tour privado con ostras y champaña)- podrá volver a casa con el lujo de haber visto algunas de ellas. La noticia más triste es precisamente esa. Los precios se han disparado tanto que los museos ya no tienen posibilidad de competir con los coleccionistas. Muchas de las obras de arte más valiosas de la historia dejarán de pertenecerle al mundo.

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