Puede parecer una papa corriente, pero podría ayudar a alimentar a una población mundial que no deja de aumentar. En la isla holandesa de Texel, el agricultor Marc Van Rijsselberghe, tiene una misión: intentar que crezcan todo tipo de cosechas en condiciones saladas.
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La salinización por falta de riego hace que se pierdan en el mundo unas 2.000 hectáreas de terreno de cultivo cada día. En lugar de intentar incrementar las cosechas, el equipo holandés se ha concentrado en cultivar en tierras previamente inutilizables, empleando métodos tradicionales y sin modificar genéticamente las plantas.
Aquí, en Pakistán, al igual que en India, Bangladesh y Egipto, lo agricultores bregan con la falta de agua dulce. Es en sitios como estos donde los cultivos pueden tener realmente impacto. E incluso una región del sur de Francia ha pedido ayuda al equipo. En este laboratorio de campo, Marc mide la cantidad exacta de sal metida en la tierra, en busca de la mezcla que funcione mejor.
Las papas producen más azúcar que aquellas cultivadas en tierra normal, para compensar el ambiente salado. La sal se queda en las hojas, más que en la carne. Si el equipo holandés consigue transformar la vida de los agricultores del mundo, el éxito tendrá un sabor el doble de dulce.