Por Karen Espejo
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A fines de noviembre del 2014, la escultora Cristina Planas intervino 24 palmeras muertas que flanqueaban la avenida Hernando avalle, vía que atraviesa los Pantanos de Villa , en Chorrillos . Sobre sus hojas secas, peinadas hacia la base, instaló una veintena de cabezas gigantes de gallinazos. El resultado: una hilera de estas aves mirando inquisidoras desde lo alto.
El proyecto ‘Los guardianes de la reserva’ (conocido como ‘Los Gallinazos’), montado a propósito de la Conferencia sobre el Cambio Climático COP20 que se realizó en diciembre en Lima, buscaba, entre otras cosas, alertar sobre la importancia de cuidar los Pantanos de Villa, la única reserva natural enclavada en la capital. La obra de Planas, sin embargo, despertó el rechazo de un grupo de vecinos de Las Brisas y La Encantada -zonas residenciales de Villa- que la consideraban ‘poco estética’ y hasta ofensiva.
‘Los Gallinazos’ de Planas siguen en Villa, pero cabe preguntarnos qué tan tolerantes somos los limeños ante este tipo de intervenciones artísticas en los espacios públicos. Recordemos que similar rechazo despertó en noviembre del 2013 la escultura Entre el tiempo, del artista Jose Tola, un personaje antropomorfo de siete metros de alto instalado en el Malecón Cisneros de Miraflores.
‘Mi interés no era decorar la zona de La Encantada. Mi interés era provocar una reflexión sobre las implicancias de vivir tan cerca de una reserva. Yo creo que el arte es un pretexto para pensar y tiene que incomodarte, tiene que mover alguna fibra dentro de ti. Y eso, muchas veces, es lo que la gente no quiere’, indica Planas.
A pesar de la oposición de algunos sectores, Planas considera que llevar este tipo de obras al espacio público es vital. ‘Es un buen ejercicio de tolerancia para las sociedades. Como sociedad hay que aceptar que si algo no me gusta, igual tiene el derecho de estar ahí’, señala.
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En ciudades como Barcelona, por ejemplo, es común ver elementos de la calle intervenidos: un farol, una banca, hasta una maceta. ‘Y la gente los respeta. Eso es algo que no tenemos acá’, lamenta.
‘Los Gallinazos’ de Villa serán retirados en julio -hasta entonces tiene el permiso municipal aunque le pese a algunos vecinos- pero Cristina planea continuar el proyecto durante dos años más con intervenciones públicas que busquen reivindicar la imagen de estas aves tan identificadas con Lima.
‘La gente las rechaza porque las asocia con las barriadas, pero no se da cuenta que los gallinazos solo son unos recicladores mal entendidos. Son el símbolo de unas criaturas capaces de comerse la basura, la corrupción y todo lo podrido de la ciudad’, afirma Planas.
Aquí puedes leer un ensayo sobre lo que representan ‘Los Gallinazos’ en los Pantanos de Villa:
Ensayo by Nati Maria