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Unos 5,88 millones de electores están convocados para elegir a los 120 diputados de la cámara, en más de 10.000 centros de votación ubicados en escuelas, hospitales y cárceles de todo el país.
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Los primeros sondeos a boca de urna se conocerán tras el cierre de los centros a las 20H00 GMT. Los israelíes empezarán así a hacerse una idea precisa de la configuración de su 20ª Kneset, pero podrían tardar semanas en conocer el nombre del nuevo jefe de gobierno.
Netanyahu continuó hablando ante los medios de comunicación en plena jornada electoral, en un intento desesperado de atraer el voto indeciso, que puede inclinar la balanza.
“¡Al único que prohíben hablar a los medios de comunicación es a mí! ¡Nadie me hará callar!”, exclamó.
Los sondeos le son desfavorables y Netanyahu, de 65 años de edad, primer ministro desde marzo de 2009, se ha inclinado progresivamente a la derecha para intentar recuperar terreno, hasta el punto de anunciar que no aprobará el proyecto de un Estado palestino si vuelve al poder.
Movilización de los árabes
Hacia las 16H00 GMT, la tasa de participación oficial era de 54,6%, frente al 55,5% de 2013.
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Fue el propio Netanyahu el que precipitó estas elecciones anticipadas, convocadas dos años antes de lo previsto, cuando a fines de 2014 rompió la coalición gubernamental, creyendo estar en posición de fuerza frente a sus adversarios, en particular Herzog.
Sin embargo, los últimos sondeos atribuían a la Unión Sionista de Herzog y a la centrista Livni entre 25 y 26 diputados, cuatro más que al Likud.
Herzog, de 54 años, y su aliada la exministra de Exteriores Tzipi Livni, basaron su campaña en los temas económicos y sociales. Herzog podría convertirse en el primer jefe de gobierno laborista desde hace 14 años.
De las 25 listas en competición, unas 11 superarían, según los pronósticos, el mínimo necesario para acceder al reparto de escaños.
Teniendo en cuenta las múltiples alianzas posibles entre todos esos partidos, el resultado de la elección podría dar lugar a un largo período de negociaciones antes de la formación de un gobierno.
En el sistema político y electoral israelí, el presidente no está obligado a convocar al jefe del partido más votado para formar el nuevo gobierno.
Delante de un colegio en el barrio jerosolimitano de Beit Hakerem, varios electores manifestaron a la AFP la diversidad de sus preocupaciones.
Heitnar Chaim, un judío de unos 50 años ataviado de una kipá, votó por los ultraortodoxos porque “estos últimos años se ha tratado mal a los haredim (judíos ortodoxos)”, y “en tanto que médico que debe tratarlos, (está) bien situado para ver que la pobreza ha aumentado”.
Yacobi Gideon, de 60 años, votó por Kulanu, la lista del centrista Moshe Kahlon, un exmiembro del Likud al que casi todos ven como la clave de una futura coalición.
“Con la izquierda y la derecha no cambia nada. Así que voto a Kahlon, que es el único en el que confío para cambiar las cosas en el ámbito económico”, cuenta Gideon.
Los árabes israelíes, descendientes de los palestinos que no abandonaron sus tierras al crearse el Estado de Israel en 1948, parecen haberse movilizado masivamente, con el objetivo de sacarse de encima a Netanyahu.
“Es la primera vez que veo tanta gente”, declara Ehab Hamam, de 37 años, delante de una oficina electoral de la ciudad de Haifa, donde viven árabes y judíos, en momentos en que unas cincuenta personas esperan para votar. “Votar es decirle a la derecha que aquí estamos”, agrega.
Cuatro formaciones árabes israelíes presentan por primera vez una lista común y podrían convertirse en la tercera bancada del parlamento. Los árabes israelíes representan 20% de la población.