Son las 10h30 de la mañana, hora del almuerzo para los presos de la Cárcel del Condado de San Francisco. Esperan su sándwich y su bolsa de zanahorias y pasan el rato charlando con presos de otras celdas. Aquí también tienen acceso a la máquina de venta del salón de tiempo libre, donde se distribuyen gratuitamente condones.
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Los reos de las cárceles estadounidenses tienen varias veces más posibilidades de infectarse con VIH o sida que las personas del exterior.
San Francisco comenzó a dispensar condones a sus presos en los ’80 por la crisis del sida, entonces recién conocida. Ahora hay más de una docena de dispensadores en las cárceles del condado, que distribuyen unos 2.000 condones al mes.
La ley también dice que, en los próximos 5 años, California debe empezar a distribuir condones en más de 30 prisiones estatales. A diferencia de las del condado, que albergan a personas esperando juicio, estas cárceles tienen a presos convictos que a menudo están encerrados para varios años y otras veces de por vida.
El shériff de San Francisco, Ross Mirkarimi, afirma que los condones gratuitos en cárceles se convertirán en algo habitual.
“Creo que ha sido francamente inconsciente que, durante décadas, en las cárceles hubiera hombres y mujeres que estuvieron expuestos y contrajeron el VIH o el sida. Fundamentalmente, fueron desatendidos, cuando de hecho podía haberse prevenido”, señala Mirkarimi.
La Organización Mundial de la Salud ha recomendado que los condones estén a disposición de todos los presos, algo que varios países han instituido, pero Estados Unidos todavía no.