Verónica Klingenberger
PUBLICIDAD
Los trece años pueden ser un fastidio. Tus padres y profesores ejercen un control absoluto y la única forma de esquivarlo es a través de largas negociaciones o fulminantes mentiras. A esa edad, la curiosidad se despega y conforme el mundo empieza a descubrirse, nacen las primeras obsesiones. Un disco que escuchas sin parar, una banda a la que idolatras como a dioses. Pósters, pines y accesorios imprescindibles para vestir y dejar claro a qué pandilla perteneces. Sea cual fuere tu elección, esa camada siempre excluirá a un tipo de humanos: los adultos.
‘We Are The Best’ es la historia de Bobo, Klara y Hedvig, tres adolescentes suecas que forman una banda de punk en el Estocolmo de inicios de los 80. Es también una de las películas más divertidas e inspiradoras que he visto recientemente. Basada en el cómic ‘Never Goodnight’ que publicó la esposa del director Lukas Moodysson en el 2008, la cinta logra retratar el mundo adolescente sin que se note que es el artificio creado por un grupo de adultos. Los diálogos y las actuaciones de las tres actrices, todas ellas en su papel debut, son formidables.
Lo que hace a Bobo y a Klara especiales, además de sus extravagantes cortes de pelo y su encantadora forma de vestir (la ropa que usan es, por lo menos, tres tallas más grande que la suya), es su precoz radicalismo anarco independiente, su devoción por el punk sueco, su desprecio por los deportes y su actitud y estilo para formar la mejor banda del mundo sin saber tocar siquiera una nota. El motivo de su creación fue desafiar a los bacancitos de Iron Fist, la banda sensación del colegio. ¿Se puede pensar en un pretexto más punk? ‘Hate the Sport’ es su primer single -si se puede llamar así a ese amasijo de alaridos, tambores, platillos y cuerdas magulladas-, una provocadora declaración contra el deporte: ‘They’re bombing all our towns and cities/And all you want is more tennis committees’.
Pero la rebeldía adolescente no es pretexto para perder la lucidez adolescente y Bobo y Klara reconocen que no llegarán muy lejos sin reclutar a Hedvig, una rubia angelical y cristiana que es una estupenda intérprete de guitarra clásica. La solitaria Hedvig no duda en aceptar unirse al combo más desadaptado de la escuela. La adolescencia también se trata de hacer todo lo posible para pertenecer a algo. Y un trío de punk, para cualquier persona sensata, es una oferta que no se debe rechazar.
‘We Are The Best’ es una de las mejores películas sobre punk que he visto. El DIY y la rebeldía están por todos lados y la improvisación letrística en favor del insulto de la escena final es sintomática. También brilla un feminismo desinteresado, firme pero ligero de ideologías, como cuando las chicas cuadran a los encargados de la sala de ensayos diciéndole ‘no nos definas como una banda de chicas’. Pero lo más valioso de la película es la foto final que nos deja sobre la amistad durante esos años en los que todo parece absoluto y los afectos e intereses se llevan al límite. La apatía del día día en la escuela, la convicción de que sí se puede cambiar el mundo, la inseguridad ante el sexo opuesto, los primeros besos, las primeras sacadas de vuelta, las peleas, los padres como extraterrestres, tu primer amor platónico, los chicos grandes que te rechazan o sobreprotegen, reconocerte feo, extraño, choteado, y finalmente el walkman como máquina teletransportadora hacia un lugar mejor.
Hay una escena en la que Bobo y Klara intentan dormir luego de una mini borrachera. Bobo, más consciente de su pequeño corazón roto por efecto del alcohol, le dice a su mejor amiga que nunca encontrará un chico, que nunca dejará de ser rara, y que le diga una sola cosa que sea buena en su vida. ‘Estás en la mejor banda del mundo’, le responde Klara. Y todos sabemos que es lo único que importa.