Por Verónica Klingenberger
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Curioso que Charlie Hebdo, el semanario francés que ayer fue víctima del ataque terrorista que asesinó a 12 personas, se llamara en sus inicios Hara Kiri. Curioso porque muchos de los medios franceses más conservadores, como Le Figaro, alguna vez señalaron sus ‘tontas provocaciones’ hacia el Islam y los fundamentalistas musulmanes. Y aunque ellos hayan sido su blanco principal, sobre todo a partir del 2006 con la publicación de las primeras caricaturas sobre Mahoma, lo cierto es que los dibujantes se enfrentaron con la jerarquía religiosa en general (judíos y cristianos incluidos).
Ayer otros medios, igual de torpes, no tardaron en culpar a la víctima. El Financial Times acusó de estúpidos al director, editores y dibujantes de Charlie Hebdo por no haber cesado en sus insultos contra la comunidad musulmana en Francia. Para ellos, la culpa es del medio, una acusación que promueve la intolerancia ante cualquier forma de sátira y que justifica la violencia y el asesinato sobre las ideas.
Una idea tiene el poder de cuestionar otra idea. Si sientes que un dibujo te ofende, escribe una queja, un artículo, un libro. Graba tu alegato en video. Haz otro dibujo. Pero sobre todo nunca saques un fusil y un lanzacohetes y mates a 12 personas. Ni tampoco digas algo como ‘bueno, esos locos asesinos perdieron la paciencia porque los otros locos dibujantes los provocaron durante mucho tiempo’. Un acto terrorista nunca se justifica.
Los de Charlie Hebdo sabían bien lo que hacían. La sátira tiene sus riesgos -sobre todo si te metes con la religión que no admite debate alguno-, pero es innegable el poder que tiene: ridiculiza nuestro lado más corrupto y espera que te rías pero que también cuestiones el mundo en el que vives. Los dibujantes que murieron estaban convencidos de que el mundo podría ser mejor si los seguidores más radicales del Islam aprendieran a reírse de sus creencias y de sí mismos.
También resulta curioso que militantes de otras religiones aprovechen la coyuntura para lanzar arengas invitando a los fieles a unirse a sus creencias. Un ejemplo es Martha Meier, editora central del suplemento Dominical de El Comercio, quien escribió ayer en Twitter: ‘Europa defiende tus raíces cristianas!!!!’. Como si la cúpula cristiana no hubiera sido responsable de atrocidades similares durante toda su existencia.
El editor de Charlie Hebdo le dijo alguna vez a un periodista de Le Monde: ‘No pongo vidas en riesgo. Los activistas siempre van a encontrar un motivo para justificar su violencia’. Tenía razón. Ayer, Salman Rushdie le dio su apoyo al semanario francés. El final de su declaración es claro y contundente: ‘Las religiones, como todas las demás ideas, merecen crítica, sátira y sí, nuestro valiente irrespeto’.
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No se debe culpar a todos los creyentes por los cobardes actos de un grupo terrorista. Lo que más buscan ellos es que luego de este ataque se persiga nuevamente a los musulmanes (cinco millones de franceses tienen herencia musulmana y solo un tercio de ellos está interesado en la religión) para que así muchos de ellos refuercen su fe y militancia ante una renovada persecución.
Pero nadie que crea en la libertad debería cuestionar lo que dice Rushdie. Si tu fe no admite crítica ni humor, cuidado. El periodista y escritor Christopher Hitchens decía que la fe hace que la gente sea más malvada, más egoísta y, sobre todo, más estúpida. Hoy no puedo estar más de acuerdo con él.