Por: Rodolfo Rojas
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Allí donde el sistema educativo funciona, este ha servido como una plataforma que ha producido justicia social e igualdad de oportunidades para millones de personas. El Estado como herramienta de progreso al servicio de las mayorías.
En Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity and Powerty, Daron Acemoglu y James Robinson, muestran el rol determinante de las instituciones como vehículo para conducir a un país al desarrollo. Los autores explican que hasta mediados del Siglo XVIII muchos de los países de América Latina tenían un nivel de riqueza similar al de Estados Unidos.
Sin embargo, hay un momento de la historia en el que los norteamericanos se disparan, mientras que las sociedades latinoamericanas se estancan. ¿Por qué unos prosperaron y otros se rezagaron?
Por una sencilla razón. Crearon un conjunto de instituciones políticas y económicas que, entre otras cosas, garantizaron el acceso a la educación a la gran mayoría de la población. Más de 150 años después, el ingreso per cápita en los Estados Unidos es de USS 49,000 aproximadamente, mientras que Chile o Argentina arañan los USS 17,000, casi tres veces menos.
La educación, como puede verse, es la piedra de toque de la civilización occidental. Mientras la escuela pública forma a los futuros ciudadanos, la universidad es la herramienta de las sociedades para conquistar el futuro.
En el Perú, la educación universitaria padece una atrofia que ha condenado al país y a sus ciudadanos a permanecer en el subdesarrollo. Algunos datos a tomar en cuenta que demuestran que, aunque insuficientes, las tímidas acciones de la Ley de Reforma Universitaria son una buena noticia.
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Según el reporte Los Problemas del Mercado Laboral, publicado por Perú Económico el año pasado, hay un descalce entre la oferta y la demanda laboral. La oferta no responde a las necesidades de la demanda. Ambas crecen, dice la publicación, pero no hay un punto de equilibrio entre ellas.
La primera conclusión es que hay un número importante de peruanos que no encuentra trabajo. El drama del desempleo. En Lima y Moquegua, hay una demanda insatisfecha del mercado. En las demás regiones la brecha es por exceso de oferta de trabajadores.
La segunda conclusión es que la calidad de la educación está por debajo de lo que las empresas esperan. Es decir, una persona con estatus de egresado, no necesariamente cuenta con las habilidades demandadas por el mercado.
Ese es el diagnóstico de un sistema que produce egresados sin habilidades ni competencias para satisfacer las necesidades del mercado. Y peor aún, fomenta la proliferación de profesionales que se encaminan al fracaso porque sus campos de desempeño están saturados.
El drama no termina ahí. La economía del conocimiento ha provocado cambios sísmicos en el sistema capitalista. Uno de los damnificados es el empleo. Recientemente, la Universidad de Oxford ha publicado la investigación The future of employment: how suceptible are jobs to computarisation? de Carl Benedikt Frey y Michael A Osbone.
Los resultados son alarmantes. De 702 ocupaciones, en los Estados Unidos cerca del 47% está en riesgo de ser computarizado en las próximas dos décadas.
¿Están al tanto de estas posibles tendencias nuestros legisladores? ¿Nuestra clase política, por llamarla de alguna manera, tiene claro el sistema educativo que el país necesita? Los desafíos son enormes. El Perú aún no resuelve los problemas de la universidad tradicional y ya debemos hacer frente a la universidad del Siglo XXI.
Aunque la Ley Universitaria empieza a poner las cosas en orden hace falta mucho más. Hace falta ambición y una dirección definida. La última reforma seria se realizó en 1921, hace casi 100 años. Fue promovida por una generación brillante, hijos de la universidad pública: Victor Raúl Haya de la Torre, Raúl Porras, Jorge Basadre, entre otros. No deberíamos esperar tanto tiempo para dar el siguiente paso. De lo contrario podríamos perder también el Siglo XXI.