Un equipo de investigadores descubrió unos espermatozoides fosilizados de crustáceos que vivieron hace unos 17 millones de años en un asentamiento del norte de Australia, donde ya se hicieron otros importantes hallazgos prehistóricos.
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“Se trata de los espermatozoides fosilizados más antiguos que se conocen, según los datos geológicos”, anunció el miércoles el paleontólogo Mike Archer, de la Universidad de Nueva Gales del Sur.
Los espermatozoides, que tienen un tamaño gigante respecto al animal que los produjo, se encontraron en el asentamiento de Riversleigh, en el norte del estado australiano de Queensland.
Estaban enrollados en los órganos reproductores de unos ostrácodos, unos crustáceos microscópicos de agua dulce o salada.
Riversleigh es un asentamiento prehistórico con una superficie de 100 km cuadrados, inscrito en la lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad, en el que se han encontrado numerosos fósiles, como una especie de canguro carnívoro o un ornitorrinco con dientes.
Los fósiles datan del Oligoceno (-34 a -23 millones de años) y del Mioceno (-23 a -5 millones de años).
“Estamos acostumbrados a tener sorpresas agradables” en Riversleigh, declaró el científico, que trabaja en el asentamiento desde hace 35 años.
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“Pero el descubrimiento de espermatozoides fósiles, con su núcleo celular, era algo completamente inesperado” y “nos preguntamos qué nos queda todavía por descubrir entre estos sedimentos geológicos”, añadió.
El equipo de Mike Archer había enviado en 1988 unas muestras al especialista en ostrácodos de la Universidad La Trobe de Melbourne, John Neil, que se dio cuenta de que los fósiles contenían tejido blando.
Consultaron a varios expertos como Renate Matzke-Karasz, de la Universidad Ludwig Maximilian de Múnich (Alemania) o Paul Tafforeau, del Sincrotrón de Grenoble (Francia).
Al estudiar las muestras al microscopio, los investigadores se dieron cuenta de que había órganos internos que estaban perfectamente conservados, entre ellos los sexuales.
Los espermatozoides miden alrededor de 1,3 milímetros, un tamaño ligeramente superior a la de los mismos crustáceos. Dentro se encuentra su núcleo que había albergado los cromosomas y el ADN de cada animal.
El lugar en el que se encontraron estos restos fue hace millones de años un inmenso bosque tropical.
Los pequeños ostrácodos “vivían en una charca dentro de una gruta en la que caían los excrementos de miles de murciélagos”, explicó el científico.
Los excrementos hicieron que aumentara considerablemente el nivel de fósforo en el agua, precisó otra científica de la Universidad de Nueva Gales del Sur, Suzanne Hand, especialista en murciélagos extinguidos y su papel en la conservación de los fósiles de Riversleigh.
El elevado nivel de fósforo pudo contribuir a la fosilización de los tejidos blandos de los crustáceos, “como se ha demostrado en algunos excepcionales ejemplos de conservación de tejidos blandos en lugares con abundancia de [excrementos de] murciélagos en Francia”, añadió.
No es la primera vez que se encuentran muestras de tejido blando en un estado de conservación prácticamente perfecto en Riversleigh. Los científicos también habían encontrado insectos prehistóricos que todavía conservaban los músculos, gracias a la fosilización de las bacterias que se alimentaban de los tejidos blandos de estas criaturas.
Los resultados de la investigación se acaban de publicar en “Proceedings of Royal Society B”, una revista de referencia en la biología.