La marcha, convocada por gremios de estudiantes universitarios y pre-universitarios, partió desde la plaza Italia, en el centro de Santiago, con unas 40.000 personas, según la Policía; y 100.000, según los organizadores.
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“Volver a las calles nos pone felices, no vamos a parar hasta que nuestras demandas sean escuchadas, no importa quién esté en el gobierno”, dijo a la AFP Claudia, un estudiante que marchaba junto a la multitud.
“Hay un gobierno que no plantea medidas claras para cambiar el rumbo de la educación en Chile, no responde a todos los titulares y consignas que el propio gobierno tomó del movimiento social, y frente a eso los estudiantes marchamos”, dijo por su parte a la AFP Melissa Sepúlveda, presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech).
Los estudiantes volvieron a desfilar frente al Palacio de La Moneda, casi dos años después de que el expresidente derechista Sebastián Piñera prohibiera el paso de las protestas frente a la casa de gobierno. Además, se percibió una menor presencia policial a lo largo del recorrido capitalino.
La marcha transcurrió pacíficamente al ritmo de tambores y bailes con pancartas pidiendo un cambio en el sistema educativo, pero al final del recorrido, grupos aislados de encapuchados armaron barricadas y se enfrentaron con la policía, que usó carros lanza-aguas y gases lacrimógenos para dispersarlos, según el balance de la policía.
“Tenemos 101 personas detenidas, entre menores y adultos de ambos sexos, a quienes se les están acreditando graves ilicitos como el uso de bombas incendiarias”, informó horas más tarde, Ricardo Solari, jefe de Policía de la zona oeste de Santiago.
“Pero en el todo, fue una marcha pacífica”, agregó Solari.
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Exdirigentes estudiantiles, hoy diputados, también participaron en las marchas realizdas en el país, como el independiente Gabriel Boric, quien marchó en Santiago, mientras las comunistas Camila Vallejo, Karol Cariola, y Giorgio Jackson del Movimiento Revolución Democrática, lo hicieron en Valparaíso (centro).
– Falta de claridad-
Esta es la primera protesta estudiantil que soporta la izquierdista Bachelet. El motivo es la desconfianza de los estudiantes por la reforma educativa que la mandataria pretende implementar, y que promete cambiar las bases del sistema privatizado de enseñanza heredado de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
Según los dirigentes estudiantiles quienes ya se han reunido con el ministro de Educación, los pocos detalles que se conocen de la reforma no dejan claro si resolverán sus tradicionales demandas de educación gratuita y de calidad, y se pondrá fin al sistema educativo mercantilizado.
Bachelet había prometido educación gratuita a nivel universitario en los próximos seis años, y ha enviado al Congreso una reforma tributaria que pretende recaudar 8.200 millones de dólares para financiar ésta y otras medidas.
También, pretende acabar con el lucro y el copago en las escuelas subvencionadas las de mayor matrícula en Chile, y la selección previa que realizan los centros para filtrar los alumnos, lo cual provoca una segregación por origen socioeconómico.
Los estudiantes afirman que comparten algunos “lineamientos” de esta reforma, pero insisten en que aún no entienden cómo se acabará con el sistema de lucro y el financimiento educativo que ha dejado endeudadas a miles de familias chilenas.
El gobierno se ha comprometido a enviar los primeros proyectos de ley al Congreso antes del 21 de mayo, para comenzar con la educación parvularia y primaria, y continuar, en el segundo semestre, con los proyectos de ley referentes a la educación superior.
“Los lineamientos de la reforma son poco claros, y si continúa esta indefinición pasado el 21 de mayo, el movimiento estudiantil debería hablar en otros términos”, dijo a la AFP, Ricardo Paredes, dirigente de los gremios escolares.
El ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre, se ha reunido con distintos actores educativos para el diseño final de la reforma, y ha pedido “paciencia” y “confianza” ante la impaciencia de los estudiantes, que acusan al ministro de querer dejar a todos contentos, e incurrir en contradicciones.