Por: Alyona Bobrovich / Publimetro Rusia
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Iván y Georgy caminan muy felices por las calles de San Petersburgo, en Rusia. Sin embargo, saben que, al menos por ahora, no podrán ser completamente libres. Ambos son gays. Sí, una pareja gay que vive en Rusia, donde la homosexualidad es considerada por la mayoría como una enfermedad o un trauma psicológico (80% de rusos piensan eso, según la última encuesta del Independent Levada Center).
‘Tenemos que controlarnos a cada momento mientras caminamos por las calles: no debo tomar a Iván de la mano o darle una palmada en el hombro’, cuenta Georgy, mientras caminamos por la popular avenida Nevsky. De hecho, muy pocas personas saben de su opción -ni siquiera se lo han dicho a sus familiares-. Aun así, ambos decidieron contarme su experiencia.
Iván y Georgy, que tienen ya dos años como pareja, viven en un pequeño pueblo de Kirovsk, 33 km al este de San Petersburgo. Iván, de 35 años, es vendedor en una tienda de electrodomésticos y profesor de profesión. Georgy, diez años menor, es mecánico.
‘Mi primera experiencia homosexual fue en la escuela secundaria’, recuerda Iván. ‘Siempre me gustaron más los chicos’, agrega. ‘Luego, cuando cumplí 21, me casé con una mujer. Pero no funcionó y nos divorciamos. Fue ahí cuando comencé a buscar hombres’, dice Iván.
‘Hace algunos años, me fui a vivir a Pskov, 260 km al sur de San Petersburgo, pues un amigo me invitó. Vivimos juntos por cinco años, pero luego nos separamos’, relata Iván.
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‘Después de la separación, me trasladé a vivir a Kirovsk. Y pronto me encontré con Georgy a través de una web de citas’, cuenta el vendedor. ‘Yo también tuve mi primer acercamiento a un chico cuando estaba en secundaria’, interviene Georgy.
‘Luego, entré al ejército, donde me guardé el secreto’, agrega. ‘Para ser franco, me daba miedo ir al ejército y ser agredido. Felizmente, nada pasó. Oculté al máximo mi inclinación sexual y nadie sospechó nada’, dice Georgy. ‘¿Si había otros gay en el ejército? Seguro que sí, pero no era público’. Ningún familiar de esta pareja sabe a ciencia cierta que son gays, o al menos no lo quieren aceptar.
Los padres de Georgy siempre tratan de presentarle una chica -sueñan con nietos-. ‘Ellos tendrán sus nietos, el hermano mayor de Georgy es heterosexual’, dice Iván. ‘Pero mi madre sí sospecha que soy gay. Por lo menos, siempre que hablamos por teléfono le manda saludos a Georgy’, agrega. De hecho, la pareja siempre evita las demostraciones públicas de afecto. ‘Nosotros no vamos a dar a conocer nuestra relación. No nos gusta cuando alguien de la comunidad gay hace un espectáculo de sí mismo. Por ejemplo, cuando se besan apasionadamente en lugares públicos. Nosotros nunca lo haremos’, remarca Iván.
‘Y tampoco participamos en las marchas del orgullo gay. Ahora en Europa, muchas parejas gay hacen ‘oficiales’ sus relaciones; nosotros no necesitamos un sello o una estampilla que declare nuestra unión’, dice Georgy. ‘Un sello no es necesario’, concuerda Iván. ‘Pero, de alguna manera, no estoy tan en desacuerdo con dar a conocer nuestra unión. Por ejemplo, me gustaría que mi pareja y yo tuviéramos un par de aros’, señala.
Con gran entusiasmo, Iván y Georgy me comentan que tienen planeado viajar por toda Europa para conocer cuál es la realidad de las parejas gay en otros países. ‘En Rusia hay una visión muy negativa de los gays, tienes que vivir ocultándote. Y sí, es imposible pensar en formalizar la unión’, comenta Iván.
Casi al final de la conversación, la pareja habla de tener una familia. ‘Me gustaría adoptar un niño’ dice Georgy. ‘Creo que podríamos ayudarlo a crecer y ser una buena persona’, señala.
‘Él entonces decidiría por sí mismo si quiere ser homosexual o heterosexual. Lo aceptaremos igual. Pero eso en Rusia es imposible’, dice Georgy.