Este animal de ojos grandes y un lanudo pelaje marrón-naranja ya había sido visto desde hace años en las selvas de Ecuador y Colombia, y también en museos y zoológicos, pero era confundido con su pariente más grande, el olingo, dijeron los autores del hallazgo, publicado en la revista estadounidense Zookeys con fecha 15 de agosto.
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Pero los expertos detectaron que este mamífero, que los lugareños de los bosques andinos llaman “neblina”, era diferente al olingo porque no se apareaba con él.
Con un peso de 900 gramos, la nueva especie, bautizada Bassaricyon neblina, es la más pequeña adición a la familia de los Procyonidae, a la que pertenecen, entre otros, los mapaches, los kinkajús o perros de monte y los olingos.
“El descubrimiento del olinguito nos demuestra que el mundo no está completamente explorado, y que sus secretos más elementales no han sido revelados”, dijo Kristofer Helgen, curador de mamíferos en el Museo de Historia Natural del Smithsonian en Washington y cabeza del equipo de investigación que dio con la nueva especie.
“Si todavía se pueden encontrar nuevos carnívoros, ¿qué otras sorpresas nos esperan”, agregó.
“Documentarlas es el primer paso hacia el entendimiento de toda la riqueza y diversidad de la vida en la Tierra”, afirmó el investigador.
Especie embajadora
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El descubrimiento del olinguito fue el sorpresivo resultado de una década de investigación para categorizar a los olingos, un conjunto de varias especies de carnívoros que viven en los árboles, agrupadas en el género Bassaricyon.
Al examinar más de 95% de los especímenes de olingos en museos, junto con exámenes de ADN y datos históricos, el equipo de Helgen halló evidencias del olinguito, una especie que hasta ese momento no había sido identificada.
El primer indicio que llamó la atención de los investigadores fue el tamaño de la cabeza y dientes de los olinguitos, que eran más pequeños y de forma diferentes que los de sus primos olingos.
Los estudios comparativos sobre las pieles de estos animales en los museos concluyeron además que la nueva especie era más pequeña y con pelaje más largo y más denso.
Su hábitat, una zona única de las montañas andinas, entre los 1.500 y 2.700 metros sobre el nivel del mar, fue también determinante, porque estaba a una altura muy superior a la que viven los olingos.
Pero la información provenía de especímenes recolectados a principios del siglo XX, y los investigadores debían comprobar si los olinguitos todavía existían en la naturaleza.
Para ello Hengel emprendió una expedición de tres semanas en los bosques andinos, junto a Roland Kays, director del laboratorio de Biodiversidad en el Museo de Ciencias Naturales de Carolina del Norte (sureste de EEUU), y el zoólogo ecuatoriano Miguel Pinto.
Los científicos pasaron los días grabando y documentando la vida, comportamiento y hábitat de los olinguitos.
El equipo determinó que la nueva especie es predominantemente nocturna y come principalmente frutas, aunque también se alimenta de insectos néctar. Pocas veces abandona los árboles, y tendría una sola cría a la vez.
Pero también encontraron que estos animales se ven amenazados por los desarrollos humanos, con 42% de su hábitat histórico ahora convertido en áreas agrícolas o urbanas.
“Esperamos que el olinguito sirva como especie embajadora para los bosques nubosos de Ecuador y Colombia, para llamar la atención del mundo sobre estos hábitats críticos”, dijo Helgen.