Por: Verónica Klingenberger
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Descartemos una hipótesis. La derrota de la selección peruana contra China en el reciente Mundial de menores no tiene nada que ver con la supuesta ‘idiosincrasia perdedora’ del peruano. Si eso fuera cierto, la selección no habría conseguido remontar otros marcadores en contra y llegar a las semifinales. Es hora de deshacernos de ese falso credo que asocia nuestra historia deportiva con el miedo al triunfo. Nadie teme ganar. Pero llegado a un punto, saber hacerlo es la única diferencia entre los mejores equipos (o atletas) del mundo y aquellos que llegan a ser campeones.
Esta es la mejor selección peruana de vóley que hemos visto en años. Nadie podría dudar de su entrega, su garra y su técnica. Pero, ¿qué hace falta para que también sea la mejor del mundo?
The Inner Game of Tennis (El juego interior del tenis) es un clásico publicado en 1972 que se convirtió en una revelación para muchos jugadores mucho antes de que se asocie la psicología con los deportes. Escrito por W. Timothy Gallwey, el libro se concentra en aquello que debe hacer un jugador para sobreponerse a la duda, el nerviosismo y la falta de concentración que lo separan del triunfo. En él, Gallwey plantea la siguiente idea: cada juego está compuesto por dos partes, un juego externo, y uno interno. El primero es el juego que todos vemos, en el que solo se enfrentan dos oponentes. El segundo es un juego mucho más complejo, se da en la mente de los deportistas y el rival es un despiadado monstruo de dos cabezas: la inseguridad en uno mismo y la ansiedad por terminar el juego. Por cerrar el set. Por ganar. A ese nivel, en una semifinal, cualquier selección está entrenada para jugar física y técnicamente como la mejor. Los cuerpos saben qué hacer siempre que la mente esté quieta o lo más ausente posible.
Habría que preguntarse cuál de los dos juegos perdió la selección peruana de vóley sub 18.
Y habría que recordar que la mente, sobre todo en un match point, es el rival más duro que pueda tocarle a cualquier deportista del mundo, sin importar en nada su nacionalidad.