“Mi viaje tiene como objetivo estimular a los jóvenes para que se integren en el tejido social, con los ancianos”, explicó el pontífice argentino, de 76 años, quien presidirá en Río de Janeiro la 28ª edición de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).
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El primer papa latinoamericano de la historia, elegido en marzo, manifestó su temor por una generación de jóvenes sin trabajo y pidió que se evite “aislarlos”. Y también condenó “la cultura del rechazo a los ancianos”.
“Un pueblo sale adelante con los dos (jóvenes y ancianos). Las personas ancianas tienen la sabiduría, la historia, la patria, la familia. Todos los necesitamos”, agregó.
Respetando su estilo sencillo y franco, el papa jesuita saludó uno por uno a los 70 periodistas que lo acompañan en el vuelo, con los que reconoció que evita dar entrevistas porque le resulta “agotador”.
Francisco llegará a eso de las 16H00 locales (19H00 GMT) a Rio de Janeiro, para una visita de siete días al país con más católicos del mundo, durante la cual buscará revitalizar a la Iglesia en Latinoamérica, su mayor feudo pero donde pierde terreno desde hace tres décadas, sobre todo ante las iglesias pentecostales.
Francisco, apóstol de una iglesia misionera y cercana a los pobres, encontrará un país confrontado a un creciente descontento social y en plena transformación religiosa.
El hartazgo ante la corrupción política y la pésima calidad del transporte, la salud y la educación pública en contraste con los millones que se gastan en estadios para el Mundial de fútbol 2014 llevó a más de un millón de brasileños sobre todo jóvenes de clase media a protestar en las calles en junio, en plena Copa Confederaciones.
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Las protestas terminaron muchas veces en enfrentamientos violentos con la policía y con saqueos y destrozos, la última de ellas el jueves pasado en Leblon e Ipanema, dos de los barrios más ricos de Rio. Francisco mantiene plan de pasear en papamóvil descubierto Durante su reunión prevista por la noche con la presidenta Dilma Rousseff en el palacio Guanabara, el grupo Anonymous Rio convocó a través de las redes sociales a un acto contra los 53 millones de dólares que cuestan a los contribuyentes brasileños su visita y la JMJ, mientras los ateos, que protestarán por el mismo motivo, han llamado a un “desbautismo” colectivo.
Pero nada de eso disuadió a Francisco de su voluntad de pasearse por el centro de Rio en un papamóvil descubierto, inmediatamente después de su llegada.
El Vaticano asegura que el pontífice no está preocupado por las protestas y los expertos señalan que su discurso de reforma de una Iglesia en crisis, contra el derroche y en defensa de los desposeídos, está en sintonía con los manifestantes.
El operativo de seguridad, no obstante, contará con unos 30.000 militares y policías.
El pontífice salió de Roma poco antes de las 09H00 locales (07H00 GMT). Fiel a su reputación, llegó al avión cargando él mismo su equipaje de mano, un gran maletín negro.
“Llego a Río en unas horas y mi corazón está lleno de gozo porque dentro de poco estaré con ustedes para celebrar la JMJ”, escribió el papa en un tuit en español antes de emprender el viaje.
El papa presidirá estas jornadas, que se celebrarán del 23 al 28 de julio y a la que se espera asistan cerca de 1,5 millones de personas.
En Rio, ya han empezado a llegar monjas y sacerdotes de largos hábitos y peregrinos con camisetas y mochilas con los colores de la bandera brasileña. Menos derroche y mejores servicios “Los gobernantes tienen que sensibilizarse con el papa e invertir más en el país. No se precisaba todo esto”, dice Adilson de Sena, un católico de 60 años que alquila sillas de playa y vende cerveza y caipirinha en la playa de Copacabana.
Edina Maria Pereira Lima, una cocinera evangélica de 49 años, padece en carne propia varios de los problemas del país: necesita hacerse exámenes pero no puede pagar un seguro médico y su cartera le fue robada la semana pasada.
“El gobierno está poniendo una fachada para que el mundo vea lo mejor de Brasil. Pero detrás de esta fachada hay gente muriendo en hospitales”, se lamentó mientras pasaba el domingo en la playa, junto al podio que recibirá al papa.
“Tenemos un papa jesuita que es eternamente sencillo, humilde, que revolucionará la Iglesia católica. Su mensaje es que seamos como Cristo”, dijo a la AFP Antonio Prada, un venezolano de 27 años, mientras paseaba por la playa de Copacabana vestido con los colores de la bandera de su país.
Un 64,6% de los brasileños son católicos, según el censo de 2010, contra 91,8% en 1970. Y una encuesta de Datafolha divulgada el domingo indicó que actualmente representan solo 57% de la población de 194 millones, mientras 28% son evangélicos.