Su zumbido es inconfundible. Bate las alas a un ritmo de 120 movimientos por segundo y solo mide 3 centímetros.
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Esto, que parecen las características comunes de algún tipo de insecto, son en verdad los datos del Robobee, el robot volador más pequeño del mundo.
Desarrollado por un equipo de científicos del Departamento de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de la Universidad de Harvard (EE.UU.), este minirobot representa todo un paradigma en la nanoingenieria.
Es la primera vez que se crean miniaturas con la capacidad de volar como si fueran verdaderos insectos vivos.
El dispositivo es capaz de realizar vuelos estáticos, desplazamientos laterales y otras maniobras propias de una abeja o una mosca.
El movimiento de sus alas, compuestas de materiales muy ligeros, depende de dos piezas eléctricas mínimas que se expanden y se contraen a alta velocidad cuando se les aplica un campo eléctrico.
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Si bien no se trata de un drone propiamente dicho (ya que debe estar conectado a un cable para volar), se sabe que a futuro el Robobee contará con un sistema integrado de comunicaciones para recibir órdenes, además de una batería ligera que le dará autonomía de vuelo.
Según un artículo publicado en la revista Science el pasado 3 de mayo, las aplicaciones prácticas del Robobee serán diversas y en varios campos. La principal sería una alternativa automática a la polinización de los campos de cultivo (de ahí su nombre con referencia a las abejas).
Sin embargo, también podría ayudar al mejoramiento del tráfico de vehículos, en actividades militares, para vigilancia y hasta monitoreo meteorológico. Incluso, se espera que pueda servir para explorar ambientes peligrosos en los que un ser humano correría peligro y en la búsqueda y rescate de víctimas.