La preocupación tiene que ver con la incapacidad de la industria tradicional de alimentar a la población mundial, que sigue creciendo. El producto de la agricultura no es suficiente para alimentar a los grandes animales que se crían para consumo humano. Voltear nuestras expectativas hacia el océano tampoco es una opción, pues este está sobreexplotado, La situación se ve agravada por el cambio climático, ya que muy probablemente este traiga consigo escasez de agua.
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¿Y entonces? La FAO recomienda consumir insectos. Estos animalitos contienen un alto índice alimenticio y son bajos en grasas. Por ejemplo, el contenido de proteínas, vitaminas y minerales de los gusanos de la harina es similar a la del pescado y la carne.
Esta no es una idea descabellada si se considera que en algunas partes del mundo, incluyendo la selva peruana, los insectos ya forman parte de la dieta diaria de muchas personas. Se comen más de 1.900 especies, principalmente en África y Asia. Lo más consumido son los escarabajos (31%) orugas (18%) y abejas y hormigas (14%). Después les siguen los saltamontes, langostas y grillos (13%), cigarras, saltamontes, chicharritas, cochinillas y chinches (10%), libélulas (3%) y moscas (2%).
La FAO enumera otros beneficios que tendría incorporar masivamente los escarabajos o gusanos a nuestra dieta. Así, los insectos emiten muchos menos gases de efecto invernadero que la mayoría del ganado (solo las termitas y las cucarachas emiten metano) y sus emisiones de amoniaco son también muy inferiores a las de la ganadería convencional, como los cerdos.