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Discrepemos, por favor

5fpfa6uvyfgl3pbynwlay2myxi.jpg publimetro.pe (RAFAEL CORNEJO/PERU21)

Por: Verónica Klingenberger

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No es fácil estar en desacuerdo con alguien. No es fácil porque eso supone enfrentar nuestras razones a las de otros, y para hacerlo debemos manejar los principios básicos de cualquier discurso. Valorar la verdad y la búsqueda de la verdad, y aceptar la responsabilidad de tomar partido por algo con todo lo que eso conlleva. Debemos ser lógicos y pertinentes, y para ello es necesario contar con toda la evidencia e información disponible. Además, y quizás lo más importante, debemos estar dispuestos a escuchar con apertura y reconocer que algo de lo que oigamos podría alterar las ideas que teníamos en un principio. Elegir un lado es la parte más fácil de la ecuación, sobre todo cuando se elige a partir de la negación del otro.

Estar en desacuerdo implica conocer en detalle aquello con lo que discrepamos. Es probable que hoy más que nunca la mayoría de personas estén solo al tanto de las ideas con las que coinciden. Es fácil saber qué diario nos dirá precisamente lo que queremos leer. Vivimos cada vez más aislados de lo que no nos gusta y eso podría ser peligroso. La percepción de algo termina por tener más valor que la realidad y nos acostumbramos a ‘argumentar’ nuestras posturas con un ataque hacia cualquier apuesta antagónica.

Las mejores soluciones siempre han sido planteadas por grupos de personas con distintas perspectivas y experiencias. El desacuerdo, como el punto de partida para el debate, ha sido la clave en la formación de las democracias más libres del mundo (y quizás también le debamos a él algunas de las mejores canciones de los Beatles). Por eso preocupa la figura del estrado vacío en el debate del domingo último, y preocupa más aún el empecinamiento de los que validan la falta de argumentos, el silencio, y la cobarde retirada con tal de no dar su brazo a torcer. Para ellos, considerar el cambio de bando, o atreverse a dudar, es un signo de debilidad que no están dispuestos a mostrar. Cómo hacerles ver que se requiere de una gran fortaleza y amplitud mental para cambiar de opinión.

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