Fijar un lugar público, preferentemente baños de shoppings, estaciones de servicio o incluso camiones de larga distancia o la misma calle. Tener relaciones sexuales, grabarlo, y subirlo a Internet es una tendencia que crece a medida que aumenta el acceso a celulares cada vez más sofisticados.
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El ‘dogging’ (viene de ‘dog’, y se refiere a dar vueltas por la ciudad hasta alcanzar una ‘presa sexual’, como hacen los perros) se suma a la pulsión por filmarse en pleno acto sexual.
“Este video fue grabado en el baño de una pizzería de Cabildo y Mendoza, en el barrio de Belgrano’, anticipa un texto del blog Argentina XXX. A continuación, se pueden ver escenas de una pareja en plena acción entre las cuatro pequeñas paredes de un baño de restaurante. Como éste, los videos se multiplican por docenas y con todas las variantes sexuales posibles: en grupo, en solitario, masturbaciones colectivas, sexo oral. De trampa ocasional o con la pareja habitual. El juego pasa por hacerlo ahí, casi a la vista de todos, para luego compartirlo con otros en Internet.
Según la sexóloga Sandra Lustgarten, ‘el placer no está tanto en el acto en sí como en todo lo que lo rodea’. Si a esto se suma que luego habrá una réplica a través de Internet, el goce será aun mayor. ‘Saber de la sexualidad del otro es lo que más erotiza últimamente en nuestra sociedad’, afirma.
La especialista aclara que si bien, para el manual más clásico de trastornos mentales (el DSM-IV), estas conductas podrían estar encasilladas como patológicas, la búsqueda de nuevas alternativas sexuales está impuesta desde la cultura. Tanto, que pensar simplemente que se trata de una ‘desviación’ es una visión vieja. Sin embargo, aclara que en algunos casos esta necesidad de satisfacción constante o de mostrarse todo el tiempo puede estar indicando algún tipo de conflicto.
Según explica el blog Mendoza Dogging, es una práctica que ‘consiste en sexo al aire libre, tanto en coches como en bosques, pero siempre en lugares apartados, donde los asistentes pueden mirar o bien participar’. ‘El número de asistentes a estas reuniones suele ser elevado, rozando la orgía. El éxito de esta práctica radica en que los asistentes no se conocen, sino que han quedado por Internet en un lugar concreto de su ciudad o pueblo, para llevarla a cabo’, agregan. Incluso publicaron un decálogo con las reglas de oro para ser un buen ‘dogger’.
Entre otras cosas, sostienen que a estos encuentros es casi una obligación ir preparados para tener sexo seguro, que se debe evitar quedar a la vista de niños y transeúntes y que hay que limitarse a esperar hasta que se es invitado. Otro de los mandamientos sugiere: ‘Honrar el anonimato del vecino. Un ‘dogger’ nunca chantajea ni compromete la intimidad de sus colegas’.