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Por Jordan PouilleMetro World News
‘Hay demasiado tránsito en las autopistas de Pekín, se queja Zhang Kuan mientras estaciona su Lamborghini Murciélago verde. Zhang, de 30 años, ha cambiado de auto 28 veces desde que tiene edad para conducir.
‘Cuando se trata de hacer dinero, todos los hombres son iguales en la línea de partida’, dice él. A pesar de las afirmaciones enfáticas de Zhang, algunos afortunados en China parecen tener una ventaja significativa en el juego de la vida.
En Pekín, el hogar de un tercio de los multimillonarios de China, salir de compras es la máxima diversión. Ellos saben más de Giorgio Armani que del premio Nobel de la Paz chino Liu Xiaobo. ‘En China, la única manera de poder expresarte es comprando objetos de marca’, se justifica Lily Wang, de 22 años.
‘Un sentido de obligación moral (ya sea real o fingida) por gastar el dinero de sus padres es el catalizador para este consumo’, afirma el sociólogo chino Wang Feng, del Centro de Políticas Públicas del Instituto Brookings-Tsin-ghua de Pekín. ‘Estos jóvenes engreídos sienten que tienen la obligación de gastar la fortuna de su familia, ya que sus padres no tienen idea de cómo gastarlo’.
Mientras que los padres ricos prefieren una vida tranquila en las villas de Shun Yi, fuera de la ciudad, sus hijos viven en complejos residenciales con estacionamientos llenos de los autos más caros. Signos de una vida de lujo.